El espectro humano incluye otras realidades. En la información y la orientación está la esencia para entender estos procesos de vida.
Asesora: Tatiana Fernández
Psicóloga
“Todos somos diversos”, dijo la psicóloga Juliana Correa Cardona, voluntaria de la ONG Fauds (Familiares y Amigos Unidos por la Diversidad Sexual y de Género), en el seminario Abordaje integral de la población LGBTI, evento disponible en Youtube. La razón es que la orientación sexual se define entre mínimo cuatro esferas: la excitación sexual, la vinculación afectiva, el proyecto de vida y la sensación de completud, explicó el médico Gabriel Montoya en el mismo evento.
No basta con que un hombre se excite sexualmente con otro hombre para ser homosexual, también tendría que tener la capacidad de enamorarse de él, proyectarse una vida juntos y sentirse satisfecho con ello. Montoya afirma que los seres humanos podemos movernos en este espectro de diferentes maneras, por ejemplo, hay personas asexuales que no tienen excitación sexual. También, heteroflexibles u homoflexibles, que tienen una orientación sexual definida pero han tenido ocasionalmente relaciones sexuales con otros géneros diferentes al de su preferencia, porque sí los excitan sexualmente pero no se imaginan construyendo un proyecto de vida en esa realidad.
También hay orientaciones abiertas a todas las posibilidades como los pansexuales u otros que simplemente no están seguros aún de lo que prefieren y se definen como questioning. Existen más orientaciones sexuales que las resaltadas en las siglas LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales), por eso se añade la Q de queer, que hace referencia a una teoría sociológica de lo diferente. Según Montoya, se pueden llegar hasta 36 clasificaciones, y si aún la persona no se siente identificada con ninguna de ellas puede construir la suya.
Un camino de amor
Comprender este espectro puede ser abrumador y chocar con ideas tradicionales, como las de algunas religiones que señalan esto como algo negativo. Sin embargo, la diversidad se traduce en riqueza.
Este choque no solo lo vive el círculo cercano de alguien LGBTIQ+, sino que incluso lo vive la misma persona cuando se da cuenta de que no encaja en la heteronormatividad convencional. De ahí que sea necesario hacer un proceso de duelo, como el que estableció la psiquiatra estadounidense Elisabeth Kübler Ross, para aceptar la nueva realidad, un método que utilizan en Fauds.
A lo que se le hace duelo es a las expectativas que cada uno tiene sobre la vida. Los padres de un hijo homosexual probablemente se imaginaban un matrimonio típico y la llegada de los nietos; los padres de una niña trans estaban preparados para vivir con un niño, pero esas proyecciones ya no serán. Sin embargo, la recomendación es no olvidar que una orientación sexual diferente no cambia los valores de una persona y que este puede tener un proyecto de vida igual o más satisfactorio.
Los prejuicios negativos también vienen de creencias populares como que las personas de orientación diversa tienen desviaciones sexuales, pueden abusar de los niños o contagiar de alguna manera su condición a los demás, lo que no es cierto. “Camino por el mundo igual que tú, siento igual que tú, tú me juzgas y yo te invito a conocerme”, dice la psicóloga Tatiana Fernández que reflexionaba cuando se encontraba con alguien que no la aceptaba por ser lesbiana.
“Se trata de cuestionar lo establecido y saber que la persona que está frente a ti, sea hijo, hija, mamá, papá, y que tú amas, no tiene nada de diferente, lo único que cambia es su elección de amor. Al final siempre apelo al amor”, afirma.
Procesos colectivos
Para las personas LGBTIQ+ puede ser un desafío encontrar su lugar. Hay orientaciones como las de los gays y las lesbianas, cada vez más aceptadas y comprendidas, pero otras como las de transexuales, intersexuales y otras del espectro, tienen aún más retos. Es común que los niños transexuales no entienden qué les está pasando cuando empiezan a darse cuenta de su orientación, ahora ¿cómo lo entenderá otro? Por eso que los expertos aconsejan acudir a asesoría médica y psicológica, tanto para ellos como para las familias.
Cuando alguien de la familia o entorno social no puede entender la situación por prejuicios arraigados hay varios caminos a seguir. La psicóloga Juliana Correa advierte que el proceso puede tomar años: “No porque yo ‘salga del clóset’ el otro me tiene que aceptar, apoyar y respetar. Yo también tengo que hacerlo con la otra persona”, por eso sugiere tratar de entender de dónde vienen los prejuicios para hacerle ver, cuidando las palabras, con paciencia y comprensión, que la orientación sexual no cambia a la persona y que seguramente hay individuos, que él aprecia, que tienen una orientación sexual diferente y una buena vida.
Para Tatiana Fernández ha sido una cuestión de ser ejemplo, primero, sin ocultar su orientación sexual, para que no se entienda como algo malo, y segundo, mostrando que es una persona común y corriente con una familia funcional, llena de amor. Sin embargo, también hay que saber cuándo dar las batallas. “A veces es sensato tomar distancia de las personas que no pueden aceptarme, yo respeto su pensamiento, pero también tengo que cuidarme a mí y a mi familia de comentarios desagradables, y eso está bien, incluso con la familia extendida, por salud mental y emocional”, afirma.
Aún quedan muchos retos en educación sexual para que la sociedad pueda comprender en su totalidad el mundo de las orientaciones sexuales, pero hay mucha información al respecto, que puede aclarar dudas y ayudar a participar en la crea.
La comprensión y el respeto por las diferencias contribuyen a la construcción de una sociedad más incluyente.