En tiempos de división, el mundo necesita unirse alrededor de la comprensión y la tolerancia. Ser empáticos es el camino.
Asesor: Alexander Rodríguez – psicólogo, magíster en Educación
Un sentimiento de identificación con alguien. Así define el diccionario la palabra empatía que hoy en día se escucha con frecuencia en distintas conversaciones y cobra importancia en sociedades con el deseo de ser más incluyentes y colaborativas, en últimas, más humanas.
Hablar de empatía social hace referencia a que las personas se ayuden entre sí mediante una relación altruista, sin condiciones. “Estamos en una sociedad en la que prima lo que yo necesito, en la que se empuja al que va al lado para llegar primero. Cuando uno empieza a cuestionarse sobre lo que pasa detrás de esas acciones, se percata de que no hemos sido educados empáticamente para transitar con otro que es igual a mí, tampoco para hacerlo con otro que es distinto a mí”, explica Alexander Rodríguez Bustamante, coordinador de la especialización en Terapia Familiar de la Universidad Católica Luis Amigó, y quien acaba de culminar una investigación sobre empatía y conductas prosociales realizada en esta institución, en conjunto con la Universidad Pontificia Bolivariana de las sedes Medellín y Montería.
Para el especialista, una persona empática escucha, entiende sus propios problemas y emociones, así como los de los demás. “En frases como ‘hubo empatía entre nosotros’, muchos manifiestan que existió una conexión, porque, finalmente, los seres humanos nos conectamos a través de la conversación, del relacionamiento. Cuando una persona experimenta la sintonía emocional con ese otro, las palabras trascienden y con una sola mirada se comunican”.
Alguien con empatía es capaz de respetar la diferencia y así vivir con tranquilidad en su entorno.
¿Dónde están las bases?
En la familia, en las instituciones educativas, en los primeros años de vida; en este tiempo se establecen los cimientos que conducen a formar ciudadanos con empatía. Un niño que crece en un entorno empático se convierte en un adulto responsable, respetuoso, que apuesta por la vida, la felicidad, el perdón y la reconciliación y comprende el mundo como algo que se comparte.
Por eso, la empatía se origina desde la conversación y la atención, las dos permiten la conexión con el otro, como lo indica Rodríguez Bustamante. “A veces estamos en una reunión pero mirando nuestras redes sociales, y cuando surge una pregunta contestamos automáticamente. Perdemos las miradas, los vínculos positivos; nos perdemos de quién es el otro que me está hablando, que requiere mi atención”.
La empatía social se trata, finalmente, de establecer relaciones que permitan comprender la situación que el otro experimenta. Aunque cada vivencia es diferente y realmente nadie podrá ponerse en los zapatos de alguien más, esa capacidad de identificarse con las vivencias de otros motivará la construcción de un país mejor, más solidario y unido. Como afirma el terapeuta, “eso nos va a dar un buen ropaje para convivir en paz”.
Tres claves del colegio como entorno empático
- El estudiante es un ser humano que llega para comunicarse con personas distintas que comparten un espacio y un ambiente de respeto.
- El colegio debe ser un entorno que evite el prejuicio. Cada alumno viene cargado con experiencias emocionales significativas y con realidades familiares particulares.
- Este es uno de los escenarios donde se experimenta con más fuerza lo cooperativo: ¿cómo establezco relaciones?, ¿cómo ayudo al otro?
Fomentarla en casa
El investigador Alexander Rodríguez Bustamante menciona cinco referentes que se construyen en el entorno familiar y se potencian en la escuela para generar ambientes propicios para la empatía social.
- La familia es el primer entorno en el que se conoce y se aprende del autorrespeto y el respeto por el otro.
- Saber que cada persona tiene un rol en la familia, con unas responsabilidades y acciones. Es un asunto que debe cultivarse desde los primeros años.
- Los vínculos fuertes con la humanidad se tejen, precisamente, en el grupo familiar. Allí se entiende que somos parte de un todo.
- En la familia se aprenden a reconocer las características del otro, como uno distinto, pero igual en su humanidad.
- El desarrollo de la empatía en la familia lleva a otro concepto: la conducta prosocial, que tiene que ver con las herramientas humanitarias para ayudar.
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