Factores como el exceso o la falta de sueño, el consumo de alcohol y el sedentarismo inciden en adquirir estos kilos de más. Tristeza y ansiedad también se relacionan.
Asesor Jaime Adams Dueñas – Médico psiquiatra, adscrito a Coomeva Medicina Prepagada
Los tiempos en que tener kilos de más se consideraba saludable ya pasaron. Y no es porque lo ideal sean los cuerpos esculturales ni por la moda fitness, sino porque está demostrado que alguien con sobrepeso u obesidad tiene mayor riesgo de sufrir enfermedades, que quien cuenta con un peso normal.
La recomendación de vigilar el índice de masa corporal proviene de la misma Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera la obesidad y el sobrepeso una epidemia, y estima que por causa de esta condición, cada año mueren 2,8 millones de personas en el mundo.
Lo primero que debe hacer una persona que nota un incremento inusual de su peso es consultar al médico, con el fin de evaluar si su condición pone en riesgo la salud. De acuerdo con el médico psiquiatra Jaime Adams Dueñas, en este caso hay factores voluntarios e involuntarios. Los primeros pueden controlarse porque se relacionan con el consumo de comidas con muchas propiedades calóricas o con la ingesta de bebidas extras, como el alcohol y las gaseosas. Otros hábitos, como el mal sueño y llevar una vida sedentaria, también deben evaluarse para ver si hay alguna relación.
Sueño y alcohol, en su justa medida
En el caso del sueño poco reparador, un estudio reciente de la Clínica Mayo, de Estados Unidos, señala que los adultos que duermen cuatro horas sienten un mayor deseo de comer alimentos con carbohidratos, frente a los que descansan diez horas por noche.
En lo concerniente a las bebidas alcohólicas, la propensión al aumento de kilos se debe a que estas contienen carbohidratos y durante su consumo es poco probable que la persona se preocupe por comer bien
Así mismo, adoptar hábitos de vida saludables que no solo tienen en cuenta la buena alimentación —la fórmula más sencilla es sumarles a los nutrientes cinco frutas y verduras al día, agua, alimentos con poca grasa y menos sales y azúcares—, sino que se centren en una higiene del cuerpo que beneficie la salud en general. “La persona debe descansar, realizar ejercicio o actividad física, evitar la retención de líquidos hidratándose, así como manejar el estrés y la depresión”, especifica el profesional. Recomendaciones sencillas, pero que ayudan a tener una mayor conciencia del cuerpo. No es cuestión de dietas castigadoras que, a veces ni siquiera cuentan con la supervisión médica y pueden causar daños al cuerpo, es la combinación de asumir una rutina que resulte en una vida sana y feliz.
La mente es parte del equilibrio
El especialista señala que hay factores que obedecen a situaciones que no tienen relación con el estilo de vida, como los hormonales, el ingerir algunos medicamentos o patologías específicas. “También está la psiquis. Una persona con estrés o con depresión suele estar más predispuesta a la alteración de su metabolismo y a una condición para liberar más grasas que afectan su peso”, explica el doctor Adams Dueñas. Incluso, asegura que muchos de los pacientes tienden a aliviar sus tristezas comiendo en exceso, casi siempre alimentos que no son los más saludables.
360 millones de personas en Latinoamérica tienen un peso mayor al recomendado, según la OPS.
Estados que intervienen en la alimentación
Son múltiples las situaciones de la vida cotidiana que pueden incidir en que una persona esté predispuesta a comer alimentos que no nutren bien su cuerpo o a hacerlo en exceso. Entre otras, pueden destacarse:
- La tristeza: es típico que mucha gente intente calmar sus penas con la ingesta de alimentos que contienen una gran carga de carbohidratos, tales como los chocolates o las harinas.
- El estrés: aunque es usual que se deje de comer si hay tensiones, también ocurre lo contrario, es decir, comer más de la cuenta mientras se resuelven asuntos críticos.
- La ansiedad: las personas con esta patología suelen descontrolar su peso al buscar compensar lo que sienten.
- El sedentarismo y la procrastinación: la mala gestión del tiempo para desarrollar las tareas cotidianas, dormir o descansar, lo que hace es ceder espacios para que se coma a deshoras. En ocasiones se sustituyen las comidas saludables por refrigerios poco nutritivos.
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