Es normal sentir temor y confusión en momentos de crisis. Saber cómo gestionar esas emociones derivadas le puede ayudar a estar mejor. Conozca algunas herramientas.
Asesora: Ilse Rodríguez S.
Coach profesional
Si usted tuviera la oportunidad de escoger entre dos caminos: uno conocido y familiar, y otro completamente extraño, ¿cuál elegiría? Si bien se dice popularmente que el crecimiento y la creatividad están afuera de las llamadas zonas de confort, las situaciones de crisis en la vida, que llevan a la incertidumbre, no son seleccionadas. Precisamente aparecen de manera inesperada.
“La palabra que define nuestro tiempo es miedo. Y el miedo es fruto de la incertidumbre”, decía el escritor español Javier Cercas en un conversatorio reciente sobre la realidad en un mundo afectado por la pandemia del coronavirus. Esa sensación de temor hace parte de una reacción de autoprotección que el cerebro activa cuando detecta una especie de peligro o alerta. Así lo explica la coach profesional Ilse Rodríguez, enfocada en ayudar a las personas a encontrar nuevas posibilidades y formas de actuar.
¿Qué es lo que va a pasar? ¿Cómo hacer para salir de esto? Son algunas preguntas que empiezan deambular en la mente y a volverse reiterativas. “Al cerebro no le gusta la incertidumbre, esta hace que se salga de lo conocido, de la respuesta establecida”. menciona la especialista. De esta forma se desencadenan emociones como la angustia, la tristeza y el desasosiego, que podrían catalogarse como de supervivencia y también se consideran emociones negativas, aunque no necesariamente son así. Es normal agobiarse.
La incomodidad de lo incierto
Una tendencia en la sociedad occidental es la de querer tener el control, saber cuál es el siguiente paso a seguir, ceñirse al plan. “Cuando sentimos que perdemos el control, como en la situación que estamos viviendo ahora en el mundo, hay cabida a la incertidumbre”, señala Rodríguez. Como tal los pensamientos abrumadores y la ansiedad incluso pueden generar síntomas como aumento de ritmo cardíaco y de la presión arterial.
Entonces, ¿cómo contrarrestar la incertidumbre? “Esas emociones negativas (o de supervivencia) no son malas. Hay que gestionarlas más que enfrentarlas como si fueran enemigas. Lo principal es darme cuenta de lo que estoy sintiendo y nombrarlo. Solemos querer hacer de cuenta que no están, pasarlas rápido, y ahí no las estamos gestionando, sino evadiendo”, concluye la coach.
Para gestionar las emociones negativas
- Reconocer. Analizar qué está sintiendo: rabia, impotencia, miedo, ansiedad etc. Darle el nombre que es y luego preguntarse: “¿qué me quiere enseñar esta emoción? ¿Por qué está aquí? ¿De qué me quiere cuidar?”.
- Racionalizar. No se trata de ignorar, sino de bajar la intensidad de la misma. Implica hacer una pausa mental y reflexionar sobre dicha emoción. Identificar qué tan reales y ciertas son las ideas que esta trae.
- Buscar recursos. Pensar en experiencias positivas previas y dificultades superadas. “Tengo la capacidad de crear nuevas ideas y pensamientos. Soy capaz de sobreponerme a los problemas”.
- Enfocarse en lo positivo. Dice la coach que según un estudio del Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, las emociones positivas pueden inducirse, lo que puede ayudar a cambiar su manera de actuar o responder frente a un desafío.
- Situarse en el presente. Añorar el pasado o imaginarse en el futuro genera ansiedad y reafirma emociones de supervivencia. Es también tiempo de “permitirse vivir el día a día, hacerse cargo del propio presente, del marco de acción de cada uno”, comenta la especialista.
- Apreciar y agradecer. Diferente a desconocer el contexto alrededor, se trata de cambiar el pensamiento de carencia por el de gratitud frente a lo que se tiene y lo acompaña; la vida, los seres queridos, el hogar, objetos.
- Aprender. Vivir la incertidumbre como un aprendiz. “¿Qué puedo aprender de todo esto? ¿Cómo puedo crecer? Ni en el pasado o futuro está el espacio de aprendizaje. Lo que es real es el presente, que te permite aprender”, cuenta la coach.
- Respirar. Pero hacerlo a conciencia. Así el cuerpo se distensiona y la mente se calma, disminuye la presión. Esto se puede llevar a un nivel más profundo al optar por practicar la meditación.
- Dispersarse. De forma positiva al compartir con la familia, amigos o animales de compañía. Leer, escuhar música y hacer actividades que disfrute. Una idea es escribir un diario de gratitud con tres cosas por las que se sienta afortunado.
- Sonreír. Libera endorfinas. Una sonrisa está siempre con cada uno. “Cuando reímos estamos en el presente y es contagioso, está demostrado. Así como el virus, sonreír es contagioso y sí podemos compartirlo con quienes tenemos cerca”, concluye Ilse Rodríguez.
La apreciación, la gratitud y la autorresponsabilidad son actitudes que contribuyen a situarse en el momento presente y a manejar mejor la ansiedad que produce la incertidumbre.