Desafíos de educar en estos tiempos

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Volver a las aulas no solo tiene como reto seguir al pie de la letra las medidas de bioseguridad, también hay que estar atentos a la salud mental.

Asesores: Tatiana Fernández, psicóloga
Jesús Alberto Camacho, psicólogo

La alternancia, sujeta al comportamiento del covid-19 en cada territorio, es el modelo que se adaptó en las instituciones educativas para lograr el regreso a los salones de clase casi un año después de su cierre. Los niños deberán tener muy presentes las medidas de bioseguridad, pues aunque no se infectan tan frecuentemente como los adultos y no sufren con tanta intensidad los síntomas de la enfermedad, pueden transmitirla de igual manera, según lo advierte el Ministerio de Salud.

A pesar de los riesgos, la desigualdad en las condiciones con las que los jóvenes afrontaron la educación a distancia, los problemas de socialización y sedentarismo que aparecieron, así como la dificultad de los padres de familia para educar y trabajar al tiempo impulsaron la apertura de los salones de clase.

El regreso a los colegios da un aire de normalidad, sin embargo, la experiencia de la cuarentena no dejó a nadie intacto y es importante estar atento a las nuevas dificultades con las que se puedan encontrar los niños en los salones. “Las consecuencias dependen del ciclo de vida de los muchachos y de la resiliencia con la que cuenten, hay personas que tienen más recursos psicológicos y emocionales para hacerle frente a las dificultades que otras. La mayoría estarán muy contentos de encontrarse con sus compañeros, pero los que apenas empezaban con el proceso de escolarización pueden tener un retroceso y estar nuevamente muy apegados a sus padres”, explica Tatiana Fernández, psicóloga especialista en Problemas de la infancia y adolescencia de la Universidad de Antioquia y estudiante de Máster en Psicopedagogía, de la Universidad de La Rioja en España.

La alegría de reencontrarse con los compañeros de clase puede contrastar con la angustia por el temor a contagiar a sus padres. “Los niños pequeños pueden sentir miedo de que a sus papás les pase algo, más con las noticias diarias de muertes y contagios”, señala Jesús Alberto Camacho, psicólogo de la Unidad de Servicios de Salud de la Universidad Nacional – Unisalud.

Para contrarrestarlo, Fernández sugiere ser más selectivos con la cantidad y calidad de la información que se consume en casa: “Puede actualizarse cada tres o cuatro días para que les dé chance de bajar los niveles de ansiedad, también poner atención a las fuentes donde obtiene la información, que sean confiables como la Organización Panamericana de la Salud o la Organización Mundial de la Salud para evitar las noticias falsas. Hay que tener cuidado de no estar expuesto a la sobreinformación, sino documentarse en temas clave como qué hacer cuando una persona se contagia y cuándo acudir al médico. Cuando sentimos que la situación nos sobrepasa, hay que consultar a los profesionales de la salud mental, ya que pensar en atender nuestra salud mental o ir al psicólogo, debería empezar a contemplarse casi como un servicio a incluir en la canasta familiar”.

La educación en casa no termina

Aunque algunos padres ya no tendrán que estar pendientes de que los niños se conecten a sus clases, ni asegurarse de que participen en ellas, los educadores coinciden en que sigue siendo necesario que todos los actores en el sistema sean más activos en el proceso de formación.

“Muchas familias ven a los colegios como una guardería, donde dejan a sus hijos y no tienen que volver a preocuparse por ellos, pero en realidad están a cargo de una parte fundamental en la formación de los jóvenes y deben trabajar de la mano con las instituciones. Por su parte, los muchachos deben dejar de verse como recipientes vacíos prestos a ser llenados por los profesores, y empezar a verse como sujetos que pueden criticar, cuestionar y construir. El colegio no es solo para socializar, aunque eso se perciba ahora como lo más importante. Los muchachos deben entender la educación como parte de su proyecto de vida”, analiza Fernández.

Nunca las familias habían pasado tanto tiempo juntas y la experiencia tuvo diferentes resultados. “Tanto tiempo juntos también implica un riesgo. Se han venido presentando muchas fricciones, no sólo entre las parejas sino también entre los padres y los hijos, porque los padres, además de trabajar, deben apoyar a los hijos en el estudio y atender los oficios del hogar, muchas veces sin colaboración”, afirma Camacho. La solución que propone es el diálogo, para explicarle a los jóvenes por qué es importante colaborar y negociar con ellos.

Una de las revelaciones de esta experiencia es la profunda desigualdad en Colombia. Mientras algunas familias contaban con todas las facilidades, otras ni tenían conexión a internet en casa.

¿Y si educo a los niños en casa?

La negociación también le ha sido útil a Ana Paulina Maya, autora del libro Si el colegio no existiera, que explica el mundo del homeschooling. Maya ya lleva más de 13 años educando a sus hijos en casa y aunque la convivencia permanente no es algo nuevo para ella, sí es consciente del desafío que esto significa: “Si tiene a los hijos todo el día en casa, no puede pretender que no haya desorden, hay que aprender a admitirlo para no desesperarse limpiando todo el día o dando cantaleta, eso los agota a todos. Hay que bajarle a la exigencia y hacer acuerdos. Soy muy partidaria de conversar; los niños, así sean chiquitos, si son tratados con respeto y en igualdad de condiciones, están perfectamente dispuestos a hacerlo”.

Para Maya, una de las experiencias más valiosas de la educación en casa es la oportunidad de conocer más a los hijos y estar presente en todas las etapas de su proceso de formación, eso sumado a los lazos afectivos que se pueden construir durante el proceso, hace que sea una opción muy interesante.

“Ojalá las familias hayan aprovechado este tiempo juntos para reconocerse, para volver a saber quién es quién, para acercarse a los hijos desde una perspectiva diferente y saber más de sus características, aficiones y habilidades fuera del colegio. Muy pocos conocen a sus hijos en estos términos y esto permite crear una relación de cercanía y cariño con esa persona. Ojalá los niños también conozcan otros aspectos de sus padres, como seres humanos vulnerables que no siempre son perfectos y también se equivocan. Sirve mucho más en la vida tener una buena relación familiar que haber sacado las mejores notas en el colegio”.

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