Las relaciones humanas implican conflictos de todo tipo y la rabia es un sentimiento innato en las personas, lo problemático es que su expresión sea desproporcionada.
Asesor Lucio González Ortega
Médico psiquiatra, magíster en Psicoanálisis, adscrito a Coomeva Medicina Prepagada
Como el amor, la envidia o los celos, la ira es una emoción del ser humano, en su caso asociada con la agresión. El psiquiatra Lucio González explica que hay dos pulsiones fuertes en los individuos: la afectiva y la agresiva, y ambas tratan de satisfacerse. La primera, durante las distintas etapas de la vida, se refugia en la búsqueda de cariño y placer. Por su parte, la agresión procura detonar de diferentes maneras: atacando al otro, o a sí mismo, físicamente o a través de la palabra; transformándose en pensamiento que dilata la acción violenta; o guardándose y somatizándose en el organismo, con lo cual se producen enfermedades.
La ira, como tal, se trata de una rabia aumentada que se origina a partir de las frustraciones cotidianas, en múltiples ocasiones: cuando un niño no comprende por qué no puede pintar las paredes o comerse un dulce, o en el caso de un adolescente que discute con sus padres porque no lo dejan ir a una fiesta. En las disputas del trabajo o con la pareja, también. Todo ello causa rabia e impotencia, hay enojo y tensión.
El doctor González cita que “el opuesto de la guerra no es la paz, sino el diálogo político”. Así sucede con la agresión, que es parte del ser humano y no es necesariamente mala; al contrario, uno de sus objetivos instintivos es el de determinar jerarquías, territorialidad y autoridad: “la agresión controlada establece un orden”, agrega el psiquiatra. La diplomacia aparece como una forma de mediar y liberar la agresión poco a poco, es una construcción para disminuir el conflicto y construir una ley o la norma.
5 acciones para descargar la rabia sanamente
Se trata de diferir esa emoción agresiva, no de eliminarla. Las mediaciones con terapeutas y las actividades lúdicas ayudan a orientarla de forma positiva y desatarla menos contra el otro o hacia el propio cuerpo.
- Relajarse. Respirar, caminar, pensar. No es ilógico el típico método de contar hasta 10,
“el pensamiento retrasa la acción, es mejor decir: más tarde les contesto”, enfatiza el psiquiatra Lucio González. - Entretenerse. Entre las mejores estrategias están disfrutar de cualquier deporte o de actividades como pintar, escribir, leer, interpretar un instrumento, aprender
un idioma, entre otras. - Buscar ayuda. Hay que notar cuándo la ira es un problema para el sujeto y para su entorno, lo que requiere atención. Por lo general, son los parientes y la misma persona quienes buscan ayuda.
- Dialogar. Al hablar sobre el tema con un especialista, se llega a momentos de catarsis y se deducen soluciones conociendo el contexto de cada ser. “Las personas necesitan ser escuchadas, eso va aliviando, a veces suelen ser tranquilas y estallan de la nada porque tienen situaciones reprimidas”, dice el especialista.
- Usar complementos. Finalmente, si los otros métodos no funcionan, la ciencia médica ha creado químicos que modulan el cerebro, utilizados para ayudar a las personas en su proceso de autocontrol, incrementando los niveles de serotonina, sin dopar ni sobreestimular a la persona.
La ira en el cuerpo
Cuando la persona se enfurece, ese estímulo va a la corteza y a la amígdala, ambos en el cerebro. Esta última envía señales al organismo a través de las hormonas adrenalina y noradrenalina, que indican pelear o huir, y así aumenta el ritmo cardíaco y la respiración, la piel se pone húmeda y la boca seca. Por medio de la serotonina se procura tranquilizar la situación y controlar los mecanismos de defensa. Cuando la rabia se guarda y no se expresa, el organismo la manifiesta como un autoataque, con dolores, estrés patológico, gastritis, fibromialgia y depresión.
La ira se considera una enfermedad cuando se trata de un trastorno en el control de los impulsos; es una disfunción neuronal, que produce en las personas reacciones exageradas. Quienes en su formación han contado con herramientas para la solución de problemas, así como con buenos ejemplos de diálogo, son menos agresivos.
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