Se trata de una patología del tubo digestivo, que se divide en dos trastornos: colitis ulcerativa y la enfermedad de Crohn, ambas crónicas, de origen desconocido y causantes de inflamación en los intestinos.
La primera compromete el colon como tal y se estima que en el mundo tiene una incidencia que va desde 1,2 a 24,3 casos al año por cada 100.000 personas. En tanto que la segunda puede afectar todo el tubo digestivo, desde la boca hasta el ano. “En la enfermedad de Crohn, las partes del intestino inflamadas están separadas generalmente por zonas en las que el intestino luce en condiciones saludables, situación que no ocurre en la colitis ulcerativa en la que la inflamación es uniforme”, aseguró el médico gastroenterólogo Alfonso Meisel Chinchilla.
Las causas de este padecimiento no son conocidas científicamente, pero se sabe que hay un componente genético, en tanto que factores ambientales como el tabaquismo y el abuso de antibióticos a temprana edad también predisponen su aparición. Sin embargo, síntomas como dolor abdominal, diarrea, pérdida de peso, sangrado digestivo, debilidad, náuseas y vómito pueden alertar a la persona de padecerla.
Lo recomendable, en este caso, es acudir a un especialista, el cual puede solicitar exámenes como endoscopia, colonoscopia y otras pruebas clínicas especializadas, según sean las señales de alarma. “La clave para tratar la enfermedad es un diagnóstico temprano y prevenir sus complicaciones, pues aunque no es curable puede controlarse con terapias que buscan mejorar la calidad de vida del paciente y retrasar la aparición de síntomas”, concluyó Meisel Chinchilla.
El colon es importante para el organismo, porque absorbe todos los residuos, aguas y electrolitos que quedan después de la digestión provenientes del intestino delgado, formando la materia fecal.