Los micromachismos: pequeñas batallas cotidianas

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Las mujeres han logrado grandes avances hacia la equidad con los hombres, pero todavía se encuentran diariamente expresiones culturales del machismo. ¿Cómo se pueden erradicar?

Asesoras: Natalia Buenahora,abogada, especialista en Derechos Humanos
Yesica Montoya, psicóloga

A veces son imperceptibles, se confunden por muestras de amor o chistes inofensivos, pero en realidad los sesgos inconscientes del machismo pueden estar condicionando las decisiones que se toman diariamente en diferentes ámbitos y mantienen a las mujeres en desventaja frente a los hombres.

Por ejemplo, las mujeres son las que más tiempo dedican al trabajo en el hogar, por eso también sufrieron más el desempleo durante la pandemia. Según las estadísticas del DANE, las mujeres destinan siete horas y 55 minutos diarios a las labores no remuneradas del hogar, sin importar si también trabajan, mientras que los hombres solo emplean tres horas y 10 minutos. Esto puede significar que las mujeres están más agotadas por esa doble jornada y no les queda tiempo para invertir en su crecimiento personal, por ejemplo. También esos mismos sesgos pueden condicionar la contratación en las empresas, que prefieren a los hombres menos dedicados al hogar, porque piden menos permisos y no deben darles licencias de maternidad.

Estas actitudes, además de hacer más difícil el desarrollo laboral de las mujeres, también pueden significar una pérdida para las empresas. Según la abogada, especialista en Derechos Humanos, Natalia Buenahora, y la psicóloga Yesica Montoya, las capacidades que pueden tener las mujeres, solo por el hecho de ser mujeres, como la mayor sensibilidad, la eficiencia, la actitud conciliadora para la resolución de conflictos, entre otras, que se ejercitan por el papel más activo en los entornos familiares, no se tienen en cuenta en los procesos de selección, pues no son certificables a través de la educación formal. Y en ocasiones, se perciben como algo negativo. Lo que ayuda a perpetuar las desventajas de las mujeres, que incluso evitan postularse a cargos más altos que los que ostentan porque tampoco perciben estas buenas capacidades propias, o porque piensan que no van a poder con nuevas obligaciones por la alta carga que ya manejan.

Alzar la voz

Este no es el único prejuicio al que se enfrentan las mujeres, también son juzgadas con mayor fuerza por su apariencia, comúnmente se les cree inferiores en conocimientos y su sexualidad es cuestión de conversación. ¿Qué se puede hacer para lograr un cambio cultural? La propuesta de las expertas es tener conciencia de que esto sucede a nuestro alrededor y ayudar a los demás a que también la tengan, desde el ejemplo y la empatía.

Emprender la tarea de señalar estos micromachismos, cuando sea posible, en la vida diaria y así contribuir a que se sigan repitiendo. Por ejemplo, distribuir equitativamente las tareas del hogar, no permitir chistes ni comentarios machistas, y señalar cuando en el trabajo se presenten esas situaciones. Dejar pasar estas manifestaciones perpetúa el comportamiento, pero si se señalan es posible que se logre un cambio. Si muchos emprenden esta tarea de conciencia, el cambio será más amplio.

“Hay que empoderarse y desarrollar la capacidad de interrumpir y hablar, sin ser groseras, porque las mujeres tenemos interiorizado el rol de ser sumisas, abnegadas, respetuosas, silenciosas y de no querer hacer sentir mal a nadie, porque genera disrupción y las mujeres somos las que concilian, unen, generan unión familiar”.

Esto también se percibe cuando las mujeres no quieren ser el foco de atención ni confrontar, pero “debemos aprender a vivir con la incomodidad que genera hacer sentir mal a alguien, si es que interrumpir o corregir lo hace sentir mal, porque muchas mujeres por evitarnos eso, nos callamos. El machismo es como el agua entre las piedras, diluido y pasa muy rápido, tienes que estar atenta”, explica Buenahora.

Escoger las batallas

Emprender esta tarea puede ser desgastante, pero es una necesidad colectiva. Hay que partir desde la idea de que no se trata de un comportamiento intencional, que las personas no son necesariamente malas sino que fueron educadas bajo principios sexistas, pero puede cambiar. Según las expertas, el corregir o señalar los micromachismos es sembrar una semilla, lo que se puede ver en las nuevas generaciones, que tienen mucho más clara la equidad de género y a menudo son los encargados de señalar los errores en los adultos. Es importante implementarlo en la crianza y establecer acuerdos entre parejas y familiares para asegurar que ellos no repitan los patrones nocivos.

Adquirir conciencia e involucrarse no significa que siempre se esté a la defensiva o que se tenga que pelear todo, también se aconseja escoger los escenarios propicios para levantar la voz y leer la situación. Si señalar el micromachismo despierta un malestar grande, tal vez no sea adecuado seguir insistiendo, porque no se dará una corrección positiva. También se puede echar mano de la comunicación asertiva, el humor u otras estrategias que permitan ver la corrección lejos de la agresión. Las expertas, desde su experiencia, han podido ver resultados positivos en el tiempo, lo que consideran la verdadera posibilidad de un cambio más grande.

Son muchas las palabras que se usan para identificar las actitudes machistas cotidianas, la mayoría son palabras en inglés porque es en Estados Unidos donde más se han estudiado socialmente. Aquí algunas de ellas:

  • Mansplaining: se da cuando un hombre asume que una mujer no tiene conocimiento sobre un tema y procede a explicárselo. Incluso a pesar de saber que ella ya lo conoce, él siente que tiene más dominio.
  • Manterrupting: se presenta cuando los hombres interrumpen a las mujeres cuando tienen la palabra para continuar sus ideas o simplemente silenciarlas.
  • Manspreading: se da sobre todo en el transporte público, cuando los hombres se sientan y abren sus piernas sin considerar el espacio personal de los demás.
  • Backhanded compliment: se trata de darle un aparente cumplido a una persona, pero en realidad señalarle un defecto, por ejemplo, decirle que tiene mucha autoestima por estar en la playa con bikini, de alguna manera hace entender que no se ve bien.
  • Body shaming: discutir los defectos corporales de otra persona en público o incluso señalárselos, por ejemplo, lo relativo a su peso.
  • Gaslighting: es manipular a alguien para que dude de sí mismo, por ejemplo, decirle que exagera o imagina cosas.

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