Es usual que cuando un individuo se enfrenta a una situación donde se siente evaluado, aumente su nivel de ansiedad por la posibilidad de ser calificado negativamente.
La denominada ansiedad de prueba o de evaluación se ha convertido en un problema educativo y social, especialmente entre niños escolares y jóvenes universitarios, por la cantidad de exámenes a los que se ven sometidos.
Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés – SEAS – este tipo de ansiedad afecta a un elevado porcentaje de estudiantes y ejerce efectos negativos sobre su rendimiento académico, lo que hace considerar que muchos de ellos “que sufren fracaso escolar no tienen problemas relacionados con el aprendizaje sino con los niveles extremos de ansiedad que presentan ante los exámenes”.
Las pruebas de admisión, evaluaciones académicas y presentaciones escolares son algunos de los escenarios donde podrá reconocer si su hijo manifiesta un exceso de ansiedad. Aunque la sintomatología varía, predominan respuestas cognitivas como la preocupación excesiva sobre su actuación, la comparación recurrente con el resto de los compañeros y los pensamientos de autocrítica. Como respuestas fisiológicas se presentan molestias gástricas, náuseas, vómitos, diarrea, dificultad para conciliar el sueño, cefaleas, tensión muscular, temblores y respiración rápida. También pueden aparecer conductas de hiperactividad, movimientos repetitivos y el deseo de no ir a al colegio.
Además, cuando las condiciones de la evaluación son determinantes como un examen que define el futuro o tiempos muy cortos de realización, el estudiante ansioso presenta una reducción mucho más considerable en su rendimiento.
Ante la sospecha de estudiantes ansiosos en casa, la recomendación de la SEAS es buscar una intervención psicológica con el objetivo de que el alumno aprenda técnicas para controlar la ansiedad en los momentos de evaluación, que su rendimiento mejore y elimine la frustración del fracaso por ansiedad.
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