Los trayectos que implican el desplazamiento a través de varias zonas horarias descuadran los tiempos del reloj biológico. Sencillos cambios en los hábitos pueden ayudar en la transición.
El ritmo circadiano, especie de reloj interno del cuerpo que le indica cuándo ir a dormir y cuándo despertar, se ve afectado cuando las condiciones del ambiente cambian de repente, por ejemplo al hacer viajes que impliquen una amplia diferencia horaria.
Dependiendo de cada persona, el organismo puede demorarse desde unos días hasta semanas para adaptarse al nuevo lugar. Durante este proceso, ocurren algunas molestias que impiden funcionar al 100%, como fatiga durante el día, dolores de cabeza, insomnio, entre otros. Para minimizar el tiempo de adaptación, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos recomienda lo siguiente:
Antes del viaje:
- Descansar, alimentarse saludablemente y hacer ejercicio.
- Intentar dormir más temprano de lo habitual si se va a viajar al oriente, o más tarde si el desplazamiento es al occidente.
Durante el vuelo:
- Tratar de no dormir, a menos que la siesta coincida con el horario del destino.
- Durante las escalas, descansar.
- Beber suficiente agua y evitar bebidas con cafeína, alcohol o comidas pesadas.
En el destino:
- Para viajes cortos, tratar de mantener los horarios habituales.
- Para viajes largos, empezar a adaptar el cuerpo al horario de destino, incluso antes de salir.
- Considerar dejar algunos días de descanso para adaptarse.
- Pasar tiempo al sol, esto puede ayudar a adaptarse.