Millenials, hijos rebeldes que hoy son padres abiertos

Asesoría:
Nataly Orozco y César Villanueva
Psicólogos

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La comprensión y el diálogo priman como filosofía familiar sobre antiguos métodos de crianza basados en la obediencia ciega.

Han pasado más de veinte años desde que los pequeños millennials jugaban con tamagotchis y veían Dragon ball Z. Hoy son padres y madres y, aunque muchos conservan estéticas de onda vintage, sus prácticas de crianza exploran todo menos lo retro. Ahora que se han convertido en la autoridad que siempre desafiaron, enfrentan la paternidad con los oídos prestos al diálogo: son padres que aprenden de sus hijos, encontrando respuestas en nuevas infancias que, a su vez, hablan con su propia voz.

La paternidad inspira valores diferentes según la cultura, significa algo diferente en cada lugar y época. Y la generación que creció con internet es especialista en cruzar fronteras y derribar esquemas convencionales. Las creencias heredadas ya no definen el futuro ahora que no hay tabúes y el diálogo social es cada vez más amplio. Los millennials entienden que sus hijos están creciendo en un mundo en transformación y se enfrentan al reto de idear nuevas respuestas para nuevas preguntas.

“Ante la crisis de paternidad que sufrieron las generaciones anteriores, con padres ausentes o autoritarios, surgen nuevos padres mucho más dialógicos y cercanos afectivamente, hombre cuidadores en los que la paternidad ya no es un rol de poder sino uno de servicio y, sobre todo, una relación que se construye”, explica César Villanueva, psicólogo investigador de la paternidad contemporánea.

Los roles de género cada vez se difuminan más, el hogar dejó de ser el lugar de la mujer y las tareas de cuidado se distribuyen por igual. “Los papás millennials también cocinan el almuerzo de sus hijos y les enseñan a organizar sus juguetes tras una tarde de juegos. Esto consolida vínculos mucho más fuertes y sanos. Estamos construyendo una paternidad sin patriarcado”.

Compartir sentimientos, la clave para abrir caminos

En el centro de las nuevas prácticas de paternidad está la vulnerabilidad. Las relaciones entre adultos millennials son cercanas y abiertas, y esto se refleja en los vínculos entre padres e hijos. El miedo y el error tienen lugar en las conversaciones, las emociones se comparten para profundizar en el conocimiento del otro y sanar heridas. “Los niños reclaman un padre más afectivo, casero, abrazador”, comenta Villanueva.

Además, según lo explica Nataly Rozo, psicóloga especializada en crianza, cultivar la expresión de las emociones permite aprender a reconocerlas y tramitarlas. “Tener una formación emocional desde la niñez repercute positivamente en todos los aspectos de la vida, y los papás millennials están permitiéndolo”.

El tiempo es el regalo más valioso

Las nuevas dinámicas de home office y horarios flexibles permiten tener más tiempo de encuentro en casa, sin embargo, es importante que se destine conscientemente para hacer actividades juntos. Compartir pasatiempos y cultivar intereses en común es una de las prácticas con las que los papás millennials se están asegurando de compartir tiempo con sus hijos en espacios que anulan jerarquías y les permiten conocerse en profundidad.

Ser padre soltero también es una oportunidad

Cuidar de un hijo en soledad siempre será un reto para el padre y su red de apoyo. La “doble” responsabilidad que implica esta situación debe alejarse del autoritarismo y acercarse, aún más conscientemente, al diálogo y la concertación, indica Villanueva. Se trata de una oportunidad para el padre de transformar sus imaginarios y alejarse de los estereotipos aprendidos durante una crianza convencional. Las nuevas tecnologías y redes sociales permiten crear vínculos con otros padres para compartir experiencias, aprendizajes y nuevas miradas sobre la paternidad.

Familias con dos papás

 Un significativo camino andado en materia de equidad de derechos para la comunidad LGTBIQ ha permitido la formación de familias igualitarias. Los papás millennials con orientaciones sexuales diversas cultivan en sus hijos valores de respeto e inclusión que favorecen su sociabilidad. Muchos de ellos evitan repetir historias de dolor vividas con sus propios padres durante la niñez y deciden asumir actitudes más abiertas de comprensión y cercanía con sus hijos.

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