Tanto cuando se está en la posición de emisor como en la de receptor de un mensaje, es necesario conectar con las emociones propias y las del otro. Esa es la responsabilidad de las palabras.
Asesora Adriana Mora
Psicóloga
Reparar, restaurar, reconfortar, revivir familias, amistades, equipos y hasta empresas, eso se logra con una conversación inspiradora, esa que es empática, tiene calidad en su argumentación, un mensaje claro, bien estructurado y conecta con el estado de ánimo de quienes hacen parte de ella. Así como se diseña la disposición de los objetos en el hogar, en la habitación, o en la oficina para propiciar un buen ambiente, es necesario diseñar las conversaciones que tenemos, pues a través de ellas se puede cambiar el curso de muchas situaciones en la vida.
“A cada problema por solucionar siempre le falta una conversación, una que no supone, ni acorrala, ni deja al otro sin la posibilidad de opinar. Las conversaciones inspiradoras siempre dan frutos, a veces inmediatos, otras veces tardan semanas, meses o años. Basta con tener la humildad y la valentía de atrevernos a conversar cara a cara y no desde la distancia”, señala el escritor y conferencista español Álvaro González-Alorda.
El reflejo de lo que somos
Es como si se tratara de un espejo. La conversación con los otros es el reflejo de la comunicación interior de cada ser humano, de cómo asume, elabora y sana o no sus emociones. “Un alumno le pregunta a su maestro: ¿cómo deberíamos tratar a los otros? Él le responde: ‘es que no hay otros’. Este mensaje invita a una profunda reflexión acerca de la gran responsabilidad que tiene cada uno de nosotros al momento de dejarse ver a través de la interacción con el otro. Eso que vemos expresado en el encuentro o desencuentro está siendo un reflejo de nuestras propias creaciones”, señala la psicóloga Adriana Mora.
Está claro que el poder de la palabra une o separa, construye o destruye, por eso Mora sugiere, en los casos donde hay conversaciones que ofenden o hieren, preguntarse a sí mismo ¿qué es lo que debo aprender o reparar con el otro o conmigo que me provoca ese sentimiento? “Estas situaciones simplemente son la muestra de que aún hay algo por sanar”, agrega.
Puentes de comunicación
Así, la conversación, entendida como la capacidad creativa que tiene todo ser humano, se conoce como CREA porque es inspiradora y mediada por la Confianza, el Respeto, la Experiencia y la Admiración. Algo así como creer firmemente en la persona que da el mensaje y en quien está escuchando, pues el primero lo entrega como testimonio y el segundo lo asume como ejemplo de vida.
“En las conversaciones inspiradoras la palabra es una forma de expresar sabiduría, que es llamar las cosas por su nombre que, a su vez, se sustenta en la experiencia unida al conocimiento. Se trata de un lugar donde ha habido un proceso previo de claridad interior, de la forma como se entrega el mensaje, del dominio emocional. Esto no significa que nos ‘traguemos’ las emociones, sino que debemos pararnos frente a ellas, escucharlas, sentirlas, vivirlas y sanarlas. En la medida en que el mundo emocional esté más claro, más sano será lo que se expresa y eso permite el acercamiento entre los seres”, enfatiza la psicóloga.
He aquí una invitación abierta del conferencista español González-Alorda: escoge una de tus conversaciones pendientes y transfórmala en una conversación inspiradora. “El mundo tendría otra cara si cada uno aborda sus conversaciones pendientes, pues hacerlo es más una suma del nosotros que del yo. Nos jugamos la vida en las conversaciones que tenemos y en las que no tenemos”.
Conciencia al hablar
Una conversación deja de ser inspiradora cuando se asume una de estas posiciones:
- Víctima: va en contravía de la responsabilidad que cada persona tiene como creador y cocreador de cada una de sus experiencias.
- Victimario: en esta postura se asume un rol de juez severo, pues resulta más fácil proyectar en los otros aspectos sombríos que no se han asumido de manera responsable.
- Culpable: se refiere a la persona que asume cargas que no le corresponden.
- Salvador: aquí la persona tiene un falso empoderamiento de creerse superior para salvaguardar muchas situaciones que tienen que ver con él mismo o con el otro.
En las conversaciones inspiradoras, la palabra sin experiencia tiene poco que ofrecer. El derecho a hablar
se gana con los actos.
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