La sal es uno de los minerales más preciados de la humanidad. En algunas culturas, incluso, se consideraba como el «oro blanco», pues su acción permitía conservar los alimentos, fabricar vidrio y curar pieles y cuero. Tal era su valor que, de su nombre, proviene la palabra «salario», equivalente al pago que recibían los soldados romanos en la Antigüedad. Aun con todas estas bondades, ¿por qué ahora se habla de reducir el consumo de sal? Sigue leyendo. En este artículo te lo contamos.
Si ha habido un ingrediente infaltable en las cocinas de todo el mundo, ese ha sido la sal. Generaciones enteras han recurrido a esta sustancia milenaria para realzar el sabor de sus comidas y complacer el paladar de sus comensales. Entre sus bondades se encuentran propiedades conservantes, así como el aporte de electrolitos, que resultan fundamentales para transportar nutrientes, activar enzimas y prevenir el bocio (agrandamiento de la glándula tiroides). El consumo de sal también facilita la digestión, estimula el apetito, contribuye al funcionamiento adecuado del sistema nervioso y regula los fluidos del cuerpo.
El problema, como todo en la vida, es pecar por exceso y no por omisión. Consumir sal en cantidades elevadas impacta de forma negativa en la salud porque genera la retención de más líquidos de los que necesita el cuerpo. Esto se refleja en aumento de peso; hinchazón de piernas, tobillos y pies, y aumento de la presión arterial, lo que puede desencadenar tanto accidentes cerebrovasculares como enfermedades cardíacas. Mucha sal también daña los riñones, porque a estos les cuesta procesar el exceso de sodio.
Aunque la cantidad sugerida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 5 gramos al día (o una cucharadita), la gente consume 10,8 gramos de sal, en promedio. Por esa razón, desde 2013, la entidad ha liderado una iniciativa que busca reducir en 30 % el consumo de sal para 2025. Sin embargo, hasta la fecha, solo el 5 % de los países miembros de la OMS ha creado políticas obligatorias e integrales. Si la gente fuera consciente de los problemas de alto consumo de sal, podrían evitarse 2,5 millones de muertes cada año, pero aún falta mucho camino por recorrer.
Si quieres poner tu granito de arena y empezar a sazonar las comidas de otra forma, ten presente que la naturaleza brinda otras opciones que dejan las comidas igual de sabrosas. Desde ajo, cebolla, limón y vinagre hasta hierbas aromáticas como albahaca, orégano, romero, tomillo, cilantro, perejil y laurel, pasando por especias como curry, pimienta, nuez moscada, canela y azafrán. Las posibilidades de probar nuevos sabores y aromas son infinitas.
Otras recomendaciones que puedes seguir para tener a raya el consumo de sal son las siguientes:
- Evita embutidos y alimentos procesados (sopas, salsas, panes, galletería, pasabocas, cereales para el desayuno). Para conservarlos, se usa mucha sal. Prefiere alimentos frescos, cuya cantidad de sal es menor.
- Intenta cocinar en casa más seguido. Así es más fácil controlar la cantidad de sal que comes.
- Usa sal ligera o sal marina. Contienen menos sodio y, por ende, afectan menos al organismo.
- Ten el salero lo más lejos de ti. Dejar el salero encima del comedor nos tienta a agregar sal a las comidas innecesariamente. Es mejor que lo retires de la mesa.
Si en este momento te parece impensable preparar unos deliciosos huevos fritos o unas ricas papas sin sal, recuerda: somos seres de costumbres. Así que solo equipa tu cocina con algunas alternativas naturales que te recomendamos y dales un giro a tus preparaciones. Ya verás cómo mejora tu salud a largo plazo y tienes una vida más saludable.