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A la mesa sin peleas

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La hora de comer puede convertirse en un campo de batalla entre padres e hijos. Establecer límites es clave. 

Asesora Diana Marcela Álvarez Vargas Pediatra, adscrita a Coomeva Medicina Prepagada.

Los niños, en los primeros años de vida, crecen muy rápido y construyen su cuerpo, justamente, con todos los alimentos que consumen. Si estructuran su cuerpo con alimentos saludables crecen a mayor velocidad, tienen defensas más eficientes y se enferman menos, su desarrollo psicomotor es óptimo y por tanto tienen una mejor capacidad para aprender y ser sanos y productivos en la edad adulta.

Además, en los primeros tres años de vida, según el tipo de alimentación consumida, se organiza el metabolismo para el resto de la vida. Con la alimentación durante el embarazo y los primeros dos años de vida, se programa la presencia de enfermedades metabólicas graves como la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, hipercolesterolemia, infartos y accidentes cerebrovasculares en las siguientes décadas de la vida.

Para que los padres logren crear hábitos saludables es importante que reconozcan cuál es su estilo de alimentación: controlador, indulgente, pasivo, o receptivo. El más propicio es este último (Ver recuadro Padres receptivos).
Pero la comida es más que los alimentos, también son los rituales asociados y la posibilidad de compartir en familia. Por esta razón, los niños deben comer en la mesa en compañía para que aprenden a disfrutar mejor la textura, el sabor y color de los alimentos, estar libre de distracciones (televisión y otros aparatos electrónicos), y aprender a través del ejemplo en un espacio de comunicación, sin estrés ni presiones.

Frutas y verduras

Si los padres desean que los niños coman alimentos ricos en vitaminas, como frutas y verduras, deben dar el ejemplo y comer suficiente cantidad de estos alimentos en la mesa en compañía de sus hijos. Los niños aprenden más por imitación, que por recomendación o imposición.
En el plato de comida de niños y adultos debe servirse al menos cinco colores diferentes en cada una de las tres comidas principales. Para lograr consumir las vitaminas necesarias para estar saludable, se debe ofrecer al menos tres porciones de frutas y dos de verduras al día.
Los niños aceptarán mejor diferentes frutas y verduras si están expuestos a estos alimentos desde antes de nacer. Si durante el embarazo y la lactancia la madre come variados vegetales y frutas, el bebé a través del líquido amniótico y la leche materna, estará expuesto a estos sabores que estimularán sus papilas gustativas para que los acepte mejor cuando inicie la alimentación complementaria.
Cuando esta inicia entre los cuatro y seis meses, se debe ofrecer al niño diversas verduras y frutas en presentaciones que van desde licuados hasta sólidos, de acuerdo con el desarrollo del niño, permitiendo que, sin presiones, este los toque, los lleve a la boca, los saboree y se familiarice con los sabores y las texturas de las frutas y las verduras nuevas.
Si los niños no quieren consumir frutas o verduras no se deben obligar. Tampoco es bueno usar chantajes o premios, pues el niño puede comer a regañadientes, pero lo que realmente aprende con esta conducta es a alimentarse por un sacrificio en función del premio.
Es más estimulante que se les permita hacer elecciones, preguntándoles: “¿Quieres un banano o una manzana?”.

El dulce

La mayoría de los alimentos, en especial los carbohidratos y frutas frescas, tienen la cantidad de azúcares naturales requeridas para brindar la energía necesaria para todas las actividades diarias de los niños.
En general, antes del año no se recomienda adicionar azúcar, miel de abejas o panela. En niños menores de un año el azúcar añadido a las comidas puede favorecer la presencia posterior de diabetes. Ofrecer miel de abejas antes del año aumenta el riesgo de padecer una enfermedad muy grave llamada botulismo.
El azúcar simple de los dulces o golosinas es adictivo, porque favorece la liberación de neurotransmisores de placer o de euforia en el cerebro y da la sensación de saciedad fácilmente. El niño que come dulces con frecuencia, nunca tiene hambre a la hora de las comidas principales, es aparentemente inapetente, rechaza más los alimentos saludables y padece más de caries dental.
No se prohiben los dulces a los niños, pero sí se deben ofrecer opciones saludables como deliciosos postres elaborados con frutas y alimentos ancla (alimentos que cumplen alguna función para el crecimiento y desarrollo del niño).
Es más nutritivo, por ejemplo, una bolita de helado con cara de muñeco de nieve con ojos de uvas, nariz de fresa y boca de durazno, que una chocolatina. Haga el intento •
¿Qué evitar? En la alimentación de los niños no se deben considerar:

  • Productos de escaso valor nutritivo como golosinas, refrescos en caja o botellas, paquetes de papas fritas
    (tienen mucha sal), u otros productos empaquetados (tienen muchos preservativos).
  • Alimentos salados, ahumados o muy dulces.
  • Alimentos excesivamente grasosos (quesos curados, embutidos, fritos).
  • Galletas y tortas industriales.

Padres receptivos

Los padres receptivos son aquellos que guían la alimentación del niño, están atentos a las señales de hambre/saciedad de ellos, establecen límites definiendo siempre ¿qué come el niño, cuándo come y dónde come? Esto quiere decir que los niños tendrán mejor hábito de alimentación si sus padres:

  • Los alimentan cuando tienen hambre.
  • No los obligan a comer cuando manifiestan llenura.
  • Confían en que los niños solo comen la cantidad que su cuerpo necesita.
  • Hablan positivamente sobre los alimentos y dan ejemplo comiendo saludablemente.
  • Definen horarios para las comidas y meriendas.
  • No ofrecen nada diferente de agua entre comidas y meriendas (esto permite que a la hora de comer tengan hambre).
  • Ofrecen variados alimentos saludables en forma divertida o atractiva en
    cada comida.

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