Ponerse de pie, hacer ejercicio y acostarse le exigen al cuerpo una capacidad de adaptación medida por el sistema nervioso autónomo. Cuando este no se adapta, se presenta una disautonomía.
Para entender qué es esta alteración es fundamental conocer el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, el encargado de controlar las acciones involuntarias del cuerpo como la frecuencia cardiaca, la temperatura o la presión arterial, y cuando este sistema no funciona correctamente, pueden presentarse algunas patologías de gravedad, que según el portal Medline, resultan en problemas cardíacos, dificultad en la respiración y la deglución; así como la disfunción eréctil en los hombres, entre otras múltiples condiciones.
Como dato curioso, a la disautonomía se le conocía en el siglo XIX como neurastenia, manifestándose en personas que de repente se mostraban débiles e incapaces de realizar sus actividades cotidianas. El conocimiento sobre la enfermedad ha evolucionado y en la actualidad existe un mayor número de especialistas que reconocen los síntomas, a partir de un cuidadoso examen físico y una historia clínica completa; así como mayores recursos para tratarla.
¿Cómo identificarla?
Los síntomas pueden aparecer en la niñez, pero pueden pasar desapercibidos para algunos padres. Los mareos constantes, sudoración excesiva, posibles síncopes y aumento de la temperatura corporal son las principales alertas emitidas por la disautonomía.
De acuerdo con especialistas del Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos y Accidentes cerebrovasculares no hay una cura para esta alteración. El camino a seguir después del diagnóstico es contrarrestar los síntomas siguiendo las indicaciones médicas respectivas. Las recomendaciones van desde tomar abundante agua, elevar la cabecera de la cama, una dieta rica en sal (si no existe contraindicación), no estar mucho tiempo de pie y evitar pararse con mucha velocidad. El acompañamiento médico y el conocimiento del paciente sobre la enfermedad son clave.