Entender lo que le sucede realmente a quienes sufren tics nerviosos es clave a la hora de acompañarlos y encontrar un tratamiento adecuado.
Técnicamente, un tic es un movimiento o acción que se hace de manera involuntaria, sin que la persona lo planee ni lo pueda controlar. Se presenta de manera súbita y repetitiva, y concluye también rápidamente.
Se clasifican en dos grandes grupos: los tics motores -aquellas contracciones que tienen que ver con los movimientos musculares, siendo los más comunes los que se presentan en el rostro: las famosas muecas o movimientos de la boca, ojos o cejas- y los tics vocales -expresiones, insultos, silbidos o carraspeos-.
Su aparición se puede dar por diferentes causas, desde las psicológicas, pasando por trastornos del comportamiento hasta las patológicas, por lo que es fundamental conocer y diagnosticar los tics correctamente.
La mayoría no interfieren en la vida diaria y no son necesarios de tratar. De hecho el tic más común, que es el desorden de tic transitorio, afecta hasta un 10% de los niños en etapa escolar, siendo común que quienes lo detecten sean los maestros, según explica la Academia Americana de Psiquiatría de niños y adolescentes, pero como su nombre lo indica se trata de un tipo de tic que se va por sí solo.
Cuando los tics son demasiado repetitivos, causando fuertes dolores o se acompañan de trastornos del comportamiento, es el momento de consultar con un especialista.
Dependiendo del diagnóstico habrá un tratamiento farmacológico particular o, si los tics no corresponden a una patología como tal, sino a un trastorno psicológico, las terapias de relajación y acompañamiento pueden ser útiles para disminuir el nivel de estrés en el paciente y ayudarlo a hacer consciente esos movimientos involuntarios, entender qué puede ser eso que los está desencadenando y así poder trabajar en esa causa.