La fiebre aparece como respuesta del sistema inmunológico ante una infección viral o enfermedad por medio de la cual el cuerpo trata de curarse a sí mismo.
Según la Academia Americana de Pediatría la mayoría de los casos de fiebre suelen estar asociados a virus y presentarse acompañada de síntomas como dolor de oído, dolor de garganta, salpullido o dolor de estómago.
En estos casos la fiebre normalmente no necesita tratarse con ningún medicamento. Con acciones simples como conservar la habitación del menor fresca, vestirlo con ropa ligera y mantenerlo hidratado, puede ser suficiente. Sin embargo, para disminuir las molestias en el menor, usar antihistamínicos como el acetaminofén ayuda a disminuir los síntomas y a bajar la fiebre temporalmente.
Acudir a otro tipo de medicamentos más fuertes como los antibióticos no suele ser necesario. Usarlos de manera acelerada puede ocultar los síntomas asociados a la fiebre y dificultar así un diagnóstico certero. Además, cuando estos se usan frecuentemente el menor puede ir generando resistencia al medicamento.
Solo si la fiebre persiste por más de 3 días, o aparece acompañada de otros síntomas como vómito, convulsiones, diarrea o si el menor presenta otros signos de deshidratación, será necesario buscar ayuda médica pues la fiebre puede responder a algo más grave como un problema gastrointestinal, una infección respiratoria, una bacteria u otro tipo de problemas de salud.
Para la mayoría de los pediatras una temperatura superior a los 38 °C es una posible señal de fiebre