La pérdida de la audición en el adulto mayor es un proceso natural. Los audífonos se convierten en una herramienta útil para mitigar esta situación.
Asesor Rodrigo Posada Trujillo. Otorrinolaringólogo y cirujano de oído, adscrito a Coomeva Medicina Prepagada
A partir de los 35 o 40 años, todos los seres humanos comienzan a perder, en promedio, un decibel por año en la percepción del sonido, llegando el momento en que un adulto mayor pueda necesitar audífonos que mejoren su escucha. De hecho, se dice que la mayoría de las personas que superan los 60 años padecen enfermedades como presbiacusia (sordera por edad), o hiperacusia (intolerancia a los ruidos), ambas producidas por el deterioro de las células ciliadas de la cóclea dentro del oído o por la extrema sensibilidad a los sonidos, que van perjudicando la audición.
Sin embargo, esto depende de las condiciones en las que cada individuo se desenvuelve, por ejemplo, si es un campesino o alguien que no vive en la ciudad y está expuesto a poco ruido, puede soportar la pérdida de hasta 40 decibeles antes de usar audífonos, pero si es alguien que está expuesto todo el tiempo a ruido, a partir de los 35 decibeles requerirá que se le adapten audífonos útiles, conforme a las características de su pérdida sonora.
Entre más ruido haya alrededor, más pérdida auditiva puede sufrirse, y la edad empeora la situación. Así lo afirma el doctor Rodrigo Posada Trujillo, otorrinolaringólogo, presidente de la División Colombiana de la Fundación Internacional Fisch.
Es clave la funcionalidad
Las enfermedades que ocasionan la pérdida de audición normalmente no se curan con los audífonos, pero estos sí mejoran el volumen de la percepción de los sonidos. Esto le permitirá al paciente caminar por la calle sin temor a no escuchar el pito de un vehículo, evitar incomodar a los demás con el alto volumen del televisor o al hacerlos repetir o gritar lo que dicen para hacerse entender, o simplemente, para participar en las reuniones familiares o de amigos sin aislarse.
Muchos no los utilizan, aun cuando se los hayan prescrito, pensando en el “qué dirán” y obviando la razón fundamental de que usar audífonos les permitirá la funcionalidad del oído.
De hecho, estas herramientas son como las gafas, no son iguales para todo el mundo, afirma el doctor Posada. Cada tipo de sordera requiere de una recomendación específica y, aunque, en este caso sea causada por la edad, es necesario hacer una prueba auditiva para determinar en qué nivel está la sordera y qué la causa.
La variedad de audífonos no solo depende de su uso específico sino, muchas veces, de su presentación estética, y es ahí cuando algunas personas cometen el error de comprar el que “más bonito” le parece, o el que menos se vea, en lugar de hacerse al más útil y así terminan por dejarlo de usar por múltiples razones.
Cuando se presentan los problemas de sordera, en especial por la edad avanzada, es indispensable consultar a un profesional idóneo y responsable que determine el origen y el grado de enfermedad, y recomiende el tratamiento quirúrgico, si es necesario, pues no toda pérdida auditiva se corrige con este dispositivo.
Si la hipoacusia (sordera) es causada por infecciones crónicas del oído, alteraciones genéticas o tumores, entre otros, la alternativa más adecuada es el tratamiento quirúrgico efectuado por otorrinolaringólogo u otólogo. Si son causadas por alteraciones genéticas como ausencia de conducto auditivo externo requieren de dispositivos osteointegrados (audífonos insertados en el cráneo detrás del oído).
El especialista Posada Trujillo precisa que la prevención de la sordera debe hacerse desde la juventud con hábitos como evitar estar en espacios cerrados con altos volúmenes de ruido y llevar tapones auditivos a eventos como conciertos. Además, moderar el volumen al escuchar música con audífonos y poner silenciador a la motocicleta; su oído se lo agradecerá.
Esté atento a las señales:
Si presenta estos síntomas, debería consultar al otorrino:
- Si ha recibido tratamiento con medicamentos ototóxicos (antibióticos que afectan al oído, generalmente no inmediatamente, sino tardíamente).
- Si ha sufrido enfermedades como rubeola, sífilis, toxoplasmosis, herpes virus.
- Si aumenta el volumen de su televisor porque no escucha bien, pero no se da cuenta de que lo tiene muy fuerte.
- Si no entiende lo que los demás le dicen.
- Si necesita que los demás le repitan o le hablen un poco más alto.
- Si no escucha el timbre de la puerta o del teléfono.
- Si confunde las palabras y entiende otras que suenan parecido (por ejemplo, sordo por gordo).
- Si le dicen que está hablando demasiado fuerte.