Alrededor de los 40 años se presenta en la mayoría de las personas uno de los problemas oculares más comunes: la presbicia.
Y es que esta enfermedad responde al deterioro natural de los ojos, cuyos cristalinos van cambiando con el paso de los años.
La Academia Americana de Oftalmología explica que cuando se es joven, el cristalino del ojo es suave y flexible, cambiando su forma fácilmente, con lo que logra enfocar correctamente objetos cercanos y lejanos. Sin embargo “después de los 40 años de edad, el cristalino se vuelve más rígido. Debido a que el lente (cristalino) no puede cambiar de forma tan fácilmente como antes actividades como la lectura o ver cosas a corta distancia es más difícil”, enfatiza.
Entre los síntomas o señales de alerta de una presbicia se encuentran:
- Fatiga visual.
- Ver mal de cerca.
- Dolores de cabeza constantes.
- Cansancio que se presenta cuando se realiza una actividad que requiera ver de cerca.
- Necesidad de mayor luz para poder leer sin dificultad o de tener que mantener los documentos de lectura a mayor distancia.
Aunque es bastante frecuente, no todas las personas desarrollan presbicia o pueden llegar a tener diferencias de tiempo en su desarrollo. En especial, aquellas personas que sufren miopía son menos propensas a los ojos envejecidos.
Y, si bien este problema no se puede prevenir, existen diferentes opciones de tratamiento que permiten llevar una vida más cómoda. La opción más sencilla es el uso de anteojos, ya sea solo para lectura o bifocales o multifocales, según las necesidades de cada paciente y sus condiciones oculares previas.
Para quienes prefieren o no pueden usar lentes están las opciones quirúrgicas. La queratoplastia es eficaz, pero su efecto es limitado en el tiempo, disminuyendo poco a poco. La otra opción es la corrección de la visión con láser que ayuda a recuperar tanto la visión cercana como lejana.