Con las pruebas oftalmológicas pediátricas es posible evitar enfermedades y desarrollar al máximo el potencial visual que tiene el menor.
Asesora
Liliana Vélez CORREA Oftalmóloga
pediatra, adscrita a Coomeva Medicina Prepagada
Cuando una persona nace, ni sus ojos ni su sistema visual están desarrollados completamente. Los ojos por sí solos no son los que ven; el proceso de la visión se da a través de las conexiones nerviosas que conectan este órgano con la corteza cerebral, las cuales se van desarrollando de manera progresiva durante los primeros siete años de vida, la etapa de mayor plasticidad cerebral. La idea, durante este periodo de tiempo, es que logren llegar al cerebro imágenes claras con el fin de que se forme adecuadamente la salud visual.
Si la ruta nerviosa que va desde el ojo hasta el cerebro no se desarrolla completamente antes de que el niño cumpla los siete años, se produce una ambliopía —conocida también como ojo perezoso— por la cual el ojo afectado envía una imagen borrosa que confunde al cerebro. De acuerdo con la oftalmóloga pediatra, Liliana Vélez, cuando esta condición no se trata adecuadamente, el cerebro simplemente deja de intentar conectarse con el órgano, por lo que este va perdiendo la visión, hasta el punto de no poder volver a recuperarla por el resto de la vida.
Por esto, la importancia de las revisiones visuales recomendadas durante los primeros años de vida, mediante las que se busca principalmente prevenir la aparición de problemas visuales o, en el caso de que se presenten, tratarlos a tiempo para evitar secuelas a futuro. La Academia Americana de Oftalmología y la Asociación Americana de Oftalmología Pediátrica y Estrabismos recomiendan evaluar al niño cada año, haciendo énfasis en las siguientes etapas, aunque aparentemente no se detecte ningún problema visual
Consulte si detecta:
(Menores de 3 años)
Alteración en el color o forma de los ojos.
Pupila que se torna blanca.
El niño se frota constantemente los ojos.
En los primeros 8 meses de vida se aprecia una desviación de la mirada constante o, si después de esta edad, aparecen otro tipo de desviaciones.
El menor tiene caídas y accidentes muy frecuentes que indican dificultades para calcular las distancias o ver obstáculos.
Lagrimeo o secreción constante por uno o ambos ojos.
(Mayores de 3 años)
Problemas con la lectura.
Falta de concentración.
Rendimiento escolar deficiente.
Problemas con las relaciones interpersonales.
¿Cuándo realizar los exámenes visuales?
Recién nacido: pueden encontrarse secuelas de enfermedades infecciosas que se presentan en la madre durante la gestación como la rubéola, el sarampión y la toxoplasmosis; enfermedades congénitas, como el glaucoma y las cataratas; hasta tumores como el retinoblastoma que, si no se diagnostican a tiempo, pueden incluso llegar a cobrar la vida del menor.
1 año: por medio de esta evaluación se busca verificar que la estructura de los ojos se esté desarrollando de manera adecuada. Igualmente se puede detectar si el menor está presentando defectos refractivos como la miopía, hipermetropía, el astigmatismo y la anisometropía en la que cada ojo tiene un error refractivo diferente.
3 años: con esta revisión ya es posible evaluar cuantitativamente la agudeza visual del niño, pues en esta edad este es capaz de utilizar la cartilla con la que se realiza la prueba. El examen evalúa la capacidad del sistema visual para discriminar detalles de un objeto, al igual que su nivel de nitidez. También puede detectar anomalías como el estrabismo o problemas refractivos.
5 años: un nuevo examen a esta edad es muy importante, pues habitualmente el niño ya está en la etapa escolar y comienzan los procesos de lectoescritura, por lo que se hace fundamental asegurarse de que no haya enfermedades oculares que puedan afectar su rendimiento académico. En muchas ocasiones, los bajos resultados escolares, incluso disciplinarios, se dan porque no está viendo bien y por esto no logra entender los temas o concentrarse en las clases.
7 años: esta es la revisión final de la salud visual del menor, cuando ha llegado al punto más alto del periodo de plasticidad cerebral y se termina el desarrollo de las capacidades visuales. En este momento se evalúa con certeza cómo quedará la visión del niño en adelante. Luego de esta edad, la recomendación de la Academia Americana de Oftalmología es hacerse revisiones generales de la agudeza visual cada dos años.