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Leche materna, vínculos que nutren

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El consumo exclusivo de leche materna durante los primeros seis meses de vida garantiza el desarrollo de un niño sano.

Asesores: Adriana Patricia Osorno Gutiérrez , nutricionista clínica pediátrica – Manuel Alonso Alejo Riveros, pediatra

El bebé que lacta tiene todo nutricionalmente y, adicional a esto, tiene a su mamá, ese ser único con el que crea a través de la lactancia un vínculo afectivo y emocional fundamental en su proceso de desarrollo. Sin temor a equivocaciones, se puede afirmar que la leche materna es uno de los alimentos más completos y, a la vez, más complejos a los que tiene acceso el ser humano.

Por eso, ¿por qué tratándose de un asunto tan natural y con tantos beneficios sigue existiendo tabú y limitaciones para lactar, incluso, en público? Promover entre todos el rescate de este acto de amor garantiza la supervivencia del recién nacido; niños con menos riesgos de desarrollar infecciones, alergias y enfermedades crónicas. (Puede interesarle: Posturas recomendadas a la hora de lactar).

De acuerdo con Adriana Patricia Osorno, nutricionista de la clínica pediátrica del Hospital Universitario San Vicente Fundación, este alimento se adapta a las necesidades nutricionales de cada niño. “La composición de la leche materna depende de la edad del bebé, es decir, del momento de la lactancia en el que esté cada niño.

No es lo mismo la leche materna que recibe el recién nacido, al que tiene cinco días de vida o más de un mes, incluso la composición es diferente si el bebé es prematuro”. La lactancia debe hacerse a libre demanda y sin horarios. En la medida que el niño crece aumenta la solicitud del alimento y, por lo general, el período de mayor crecimiento se da en los dos primeros años de vida.

Para comprender mejor la ‘magia’ de la leche materna para los bebés, algunos datos que toda la sociedad debería conocer y compartir.

3 horas es la frecuencia promedio para lactar porque el bebé hace vaciadogástrico y le da hambre nuevamente.

Mantiene sus nutrientes. La leche materna conserva todo el tiempo su aporte en términos de calorías, proteínas y grasas. Si bien, eso depende de la dieta materna, la leche es un alimento estable en su composición que se adapta al desarrollo gastrointestinal del bebé y permite que, en niños sanos, no haya excesos ni déficit nutricional.

Proporciona defensas. Contiene anticuerpos que cuidan las defensas del bebé, que no están presentes en la leche de fórmula. “La función de estos es proteger al niño de ciertas enfermedades a lo largo de la vida, por eso, la hace ventajosa respecto a las leches artificiales. Favorece, además, el neurodesarrollo, el desarrollo inmunológico y de los órganos hematológicos”, señala el pediatra Manuel Alonso Alejo Riveros.

Es un alimento ‘inteligente’. Para proporcionar todo lo que el bebé necesita, está compuesta por varias sustancias. Entre ellas, proteínas del suero de la leche que facilitan la digestión y la absorción de los nutrientes; taurina, que potencia el desarrollo neurológico del niño; hierro que, si bien su contenido es bajo, es el de mejor biodisponibilidad y absorción; ácidos grasos esenciales; lactosa en bajo contenido, y lipasa para ayudar en la asimilación de las grasas.

Calma la sed. Cuando el bebé se pega al seno lo primero que obtiene es agua azucarada con carbohidratos o lactosa para calmar la sed, “por eso, no se debe proporcionar al niño líquido adicional. Al final de la succión, la leche aporta principalmente grasas, favoreciendo el crecimiento, el desarrollo, el neurodesarrollo y la saciedad del niño”, explica la nutricionista Adriana Patricia Osorno.

Cuidados maternos. Si bien la calidad y la cantidad de la leche dependerán en buena medida de la dieta de la mamá, los expertos sugieren que la mujer se alimente de manera similar a como lo hace una gestante: incluyendo todos los grupos de alimentos para satisfacer las necesidades de ella y garantizar la producción de la leche. La dieta debe ser saludable, balanceada, completa y suficiente.

Estímulo y cantidad. Tener más cantidad de leche no depende solo del total de líquidos que tomen las mamás, sino de las veces que el niño lacte. “Hay casos en que en las primeras 24 a 48 horas tienen poca producción, pero aumenta al tercer día. En este periodo es normal tener calostro y ofrecerlo al bebé por sus múltiples propiedades. Entre más se ponga al niño en el seno, más se estimula una hormona que hace que más leche baje”, explica el pediatra Manuel Alonso Alejo.

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