Muchas mujeres se sienten en una competencia constante con su entorno, ¿por qué les sucede y cómo pueden bajar los brazos sin perder?
En las juntas directivas de las empresas colombianas el 18,7 % de los miembros son mujeres, un porcentaje que ha resaltado de manera positiva el estudio Evolución participación mujeres en juntas directivas 2021, elaborado por el CESA, que ha visto un aumento en la cifra desde 2018. Un número similar es el de las mujeres que se graduaron de carreras de ciencia y tecnología en el país, según un estudio de la Unesco, que evidencia los elementos culturales que las alejan de estos campos del saber, sesgos inconscientes que tienen familias, educadores, empleadores y hasta ellas mismas. Panoramas como estos hacen que las mujeres tengan la necesidad de esforzarse más si quieren sobresalir y competir con el mundo.
La psicóloga clínica Natalia Pérez, directora del servicio de psicología con enfoque de género Mujeres que pueden, afirma que cada caso particular tiene sus motivaciones, sin embargo, hay dos componentes generalizados para que ellas tengan que asumir una actitud de competencia permanente. Uno es entender que la estructuración psíquica está atravesada por conceptos sobre lo que es ser mujer, transmitidos por quienes acompañan la crianza en las niñas, como soporte en su proceso de identificación con el género. El otro es tener en cuenta que la estructura sociocultural está marcada principalmente en un sistema patriarcal, que va definiendo también ciertos asuntos en relación con lo que significa ser mujer, que generalmente está en oposición a lo masculino.
“Históricamente, los hombres han sido héroes, con mandatos o atributos de fuerza, poder y privilegio, que generalmente no están dados para lo femenino. Para la mujer, ser heroína se ve en términos del cuidado y se exaltan atributos morales como la bondad, la vida, el cuidado del otro, los vínculos, etc.”, dice Pérez. Por su parte, los hombres tienen una construcción del privilegio en lo subjetivo que hace que den por hecho ciertas cosas: “yo puedo lograr cosas, yo tengo que demostrar cosas, yo tengo atributos marcados de fuerza”. Desde su posición, simplemente dan por sentado que ellos logran, eso no significa que no compitan también entre sí, pero es un asunto dado desde su posibilidad y se da por hecho. Mientras que cuando las mujeres asumen esos roles, quieren salirse de lo que se espera de ellas no solo frente al mundo, sino con ellas mismas.
La duda permanente
Puede pasar que cuando alguien recibe un reconocimiento académico o profesional lo vea como una cuestión de suerte o empiece a cuestionar si lo merece. Esto es conocido como el síndrome del impostor y es común en las mujeres que tienen posiciones de poder, lo que, de acuerdo con Pérez, las lleva a sentir la necesidad de demostrar con más intensidad sus capacidades y someterse a una autoexigencia que, probablemente, otros en su misma posición no se imponen. “Nosotras no estamos en lugares de privilegio que nos permiten simplemente asumir retos de manera natural, sino que hay que estar demostrándonos y también al otro que sí estamos en condiciones de hacerlo, eso hace que los niveles de exigencia sean muchísimo más altos y estén mucho más presentes en las mujeres que en los hombres”, explica.
Salir del síndrome del impostor, y sus consecuencias, entre las que pueden estar el autosabotaje, requiere primero identificarlo, lo que se puede lograr en consulta o a través del autoconocimiento. “Trabajar en el conocimiento de uno mismo ayuda mucho a entender cuáles son sus modos de respuesta y si lo hacen frente a imaginarios personales, que no están dados en lo real, que no es el entorno el que el que me está exigiendo, el que me estaba evaluando, sino que soy yo mismo”, dice Pérez.
Afortunadamente, hay una tendencia a abrir las discusiones en torno a estos temas en lo personal y laboral; así, al revisar este tema, puede ser más fácil darse cuenta de si se está cayendo en estas conductas. También se ha puesto en evidencia que los entornos laborales han sido muy masculinizados, de ahí que haya esfuerzos desde diferentes frentes por la equidad de género. “Es importante ser un apoyo para los demás, sea hombre o mujer, entender lo qué es externo, qué responde al sistema, y qué es realmente de nosotros, permite que se desestimen las ideas que uno se va creando”, aconseja Pérez, que también explica que es necesario hacer un recorrido histórico por la propia carrera, resaltando los hitos personales que muchas veces se dieron por sentado •
Los círculos de mujeres
Hablar de estos temas, encontrar que otras personas tienen las mismas experiencias y contar con la libertad de expresarse son cosas que se logran en los círculos femeninos. No necesariamente deben tener un acompañamiento profesional, a veces resulta terapéutico el solo hecho de saber que otros tienen experiencias similares y las diferentes formas de afrontarlas.