La pandemia, la virtualidad y la convivencia han traído nuevas emociones que hay que aprender a gestionar para estar en equilibrio.
Asesor: Nicolás Cadavid
Psicólogo
Si programar un fin de semana en pandemia ha sido complejo para los jóvenes ávidos de encuentros sociales, también lo ha sido organizar las rutinas escolares, de trabajo y de casa para los padres de familia. Planear se puso a prueba en estos tiempos de incertidumbre. “Los seres humanos necesitamos lo predecible, cuando pasa algo extraño nos confundimos y con las medidas restrictivas creemos que no vamos a poder manejar la situación”, explica el psicólogo Nicolás Cadavid al hablar de las circunstancias que generan incomodidad en tiempos de pandemia. La buena noticia es que aunque no podemos terminar con ella, sí podemos controlar las acciones para cuidarnos y evitar llegar a una situación extrema.
La incertidumbre, la virtualidad, el cambio de roles y la convivencia forzada han generado estrés, una situación que de acuerdo con el especialista, produce una tensión física o emocional que puede ocasionar alteraciones en la presión arterial, dolores musculares, estomacales, de cabeza e, incluso, problemas sexuales.
De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, el estrés en los hombres puede provocar problemas sexuales como disfunción eréctil, reducción o pérdida de interés sexual, problemas de eyaculación o testosterona baja. Si los problemas persisten por varios meses o generan angustia en el hombre o su pareja, es recomendable la opinión de un profesional de la salud.
En términos generales esa tensión aparece como resultado de un evento o de un pensamiento que provoca frustración, rabia, enojo o agitación. Ocurre por igual en hombres y mujeres aunque la respuesta es individual: lo que para una persona puede ser un detonante para otra quizás no lo sea.
“Psicológicamente el estrés va a hacer que pasen cosas puntuales y pensamientos del estilo: ‘no me concentro, estoy de mal genio todo el tiempo, empiezo a tener faltas en el trabajo por pensar en una situación que no puedo manejar’, y termina por afectar áreas de la cotidianidad y repercutir en las relaciones con los demás, el trabajo o la pareja”.
Por ello, lo importante es valorar con qué recursos cuenta la persona en cada caso para manejar la respuesta; de lo contrario se presenta un desequilibrio que puede afectar desde las labores pequeñas en la cotidianidad, hasta momentos o decisiones claves de la vida.
Diferentes etapas
Todos los seres humanos padecen estrés, pero el punto radica en cómo afrontamos esos eventos que generan malestar para evitar que la tensión, que se vive en el cuerpo y en la mente, se convierta en un círculo vicioso al que es fácil engancharse. Por ejemplo, “ahora los hombres también están con los hijos, ayudan con la lavada de los platos, la organización de la casa, funciones que antes no tenían en su rutina, y esto genera malestar porque no nos gustan los cambios”, indica el especialista.
Asertivo y tranquilo
Si todas estas transformaciones no se gestionan con las herramientas adecuadas al establecer tareas claras y acordadas entre todos, entonces se estará más propenso a convertir estas situaciones en un campo de batalla, que poco conviene.
En momentos de estrés máximo, que ocurren a todos por igual y que se reflejan en enojos o cambios de humor drásticos, lo mejor es no tomar decisiones con la cabeza caliente. “Cuando uno se baña con agua caliente y el espejo se empaña, yo no me veo bien. Lo tengo que limpiar y esperar a que el cuarto se enfríe para poder ver claramente. Lo mismo pasa con nuestro cerebro, tenemos que parar, darnos tiempo, respirar y cambiar de lugar porque la frustración va a hacer que yo explote”, argumenta el psicólogo Cadavid. Valore si conviene acudir a un especialista o buscar ayuda para superarlo, porque si no puede salir airoso, el ciclo vuelve a iniciar.
Aunque la crisis aceleró la virtualidad en todos los aspectos de la vida, es ideal separar los espacios, momentos y funciones. Por ejemplo, no es conveniente almorzar frente al computador mientras se trabaja; tampoco es recomendable excederse en el tiempo laboral por el hecho de contar con las herramientas de la empresa en casa —antes se cerraba la puerta de la oficina y hasta el otro día no se podía resolver un tema laboral—. Hacer pausas activas, cuidarse de sí mismo y procurar tiempo para hacer lo que más le gusta, hace parte de los recursos disponibles para combatir el estrés.
Conozca las fases del estrés
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Situación estresante: el motivo que genera tensión física o psíquica. Puede ser un pensamiento, un evento que se repite, como un encuentro personal o un detonante que resulta inesperado.
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Resistencia: es cuando físicamente pasan cosas. Es decir, la glucosa en el cuerpo se aumenta, el corazón palpita más rápido, se dilatan las pupilas, cambia el ritmo cardíaco.
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Resolución: si se tiene el recurso para afrontar la situación, el estrés debe disminuir porque se puede resolver. Si no tiene solución, el ciclo vuelve e inicia y sucede todo de nuevo.
Estrategias saludables para controlarlo
Es fundamental buscar apoyo y hacer cosas en pro de la salud física y mental para evitar el estímulo estresante.
- Hacer actividades físicas. Según un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) reseñado por la Agencia SINC, la disminución en la actividad física durante el confinamiento causó problemas psicológicos en la población adulta.
- Evite aliviar el estrés de formas poco saludables como comer en exceso, fumar cigarrillos, beber alcohol, consumir drogas, dormir en exceso o no dormir lo suficiente.
- Procure hablar sobre los problemas con amigos o familiares. Alguien puede experimentar una situación similar y encontrar soluciones diferentes a las suyas.
- Pasar tiempo con seres queridos ayuda a la autoestima.
- Reírse siempre será saludable.
- Aprender a decir que no, debido a que muchas veces se cargan responsabilidades ajenas.
- No procrastinar. Una recomendación es definir tareas reales que se puedan cumplir.