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Amabilidad, poderosa e inspiradora

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Para los líderes en sus empresas, en el entorno familiar y en la vida diaria, ser amable trae las mejores retribuciones. ¿Cómo practicarla?

Asesor
César Mejía Acosta Comunicador social, especialista en Intervenciones Psicosociales

Si usted entra a un almacén, ¿prefiere que lo atienda una persona que demuestra amabilidad e interés, o la que se percibe despreocupada y hasta ofuscada? La respuesta parece lógica, porque la amabilidad conecta. Y en cualquier situación de la vida ocurre así.

Pero, ¿qué le pasará al vendedor que se muestra ofuscado? ¿Qué suceso previo hace que tenga esa actitud? ¿Qué tal ponerse en el lugar de ese vendedor para comprenderlo? Al dar un primer paso con un acto amable como compartirle un café, saludarlo con una sonrisa o abordarlo con una frase de aliento unirá dos comportamientos que van de la mano para construir entornos más saludables: empatía y amabilidad. Estas se contagian en cadena y a través de acciones diarias.

“Que lo que haga a diario lo haga pensando en el bienestar del otro. Pero la clave está en el actuar, y soy muy insistente en esto, porque somos una sociedad de buenas intenciones”, explica César Mejía Acosta, catedrático en liderazgo y consultor en el tema de contagio de la amabilidad.

Sin embargo, esta actitud no debe fingirse, aclara el consultor. Normalmente, la persona amable lo será con todo el mundo, sin importar la condición socioeconómica, “mientras que quien no lo es, normalmente trata con amabilidad solo al que le conviene”. El comunicador y docente también asegura que hay un mito que es necesario desmontar: que quien hace algo amable por el otro debe mantenerlo en total secreto.

“No es ser amable o hacer algo por vanidad o ego. Sin embargo, se nos ha dicho históricamente que lo bueno no se muestra. Entonces ayudo a alguien pero lo hago callado y la verdad es que hay que mostrarlo. Jamil Zaki, científico norteamericano que trabaja el contagio de la bondad, demostró que esta se contagia, que hay que verla; que ser testigo de la bondad inspira bondad. Y de esta forma funciona también con la amabilidad”.

Líderes más amables

En una edición de la Harvard Business Review, dedicada a inteligencia emocional y liderazgo, que comparte Mejía Acosta, se habla de la estrecha relación entre el liderazgo y la amabilidad. “Un creciente número de investigaciones sugiere que la mejor forma de influir y liderar empieza por la amabilidad, que es la conductora de la influencia: facilita la confianza, la comunicación y el asumir ideas. Basta una mínima señal no verbal —un guiño, una sonrisa o un gesto amable— para demostrar a alguien que estás encantado de estar con esa persona y que estás atento a sus preocupaciones”.

Ser amable no implica perder autoridad, que es el temor de muchos jefes y directivos. Liderar desde la fuerza es una idea que con el tiempo ha venido desmontándose. Estamos en la era del conocimiento, del diálogo, de lo humano. “No le puedo pedir a mis colaboradores que se relacionen bien o que haya trabajo en equipo si yo como líder los maltrato. Lo que hace un equipo es proyectar lo que el líder es”.

Es más, cuando el líder es amable sus empleados aceptan mejor sus decisiones. El liderazgo desde la amabilidad, manifiesta César Mejía Acosta, facilita todos los procesos de la organización, pues para ser amable se debe ser empático y tener escucha activa. “Los líderes amables normalmente son más receptivos y cuando soy más receptivo escucho mejor las dificultades que tiene mi empresa. Un líder que no es amable piensa que se las sabe todas y no escucha”. Los líderes amables, inspiran.

También en el ámbito empresarial hay que romper con un antiguo esquema y es que para alcanzar grandes logros es necesario pasar por encima del otro. “Una de las cosas más bonitas es que la gran clave del progreso individual y colectivo es la cooperación, una forma muy cercana a la amabilidad”.

Y es que los actos amables también logran que quien los practica se sienta bien, así lo explica la Clínica Mayo en su sitio web. Lo que se denomina el ejercicio de la amabilidad influye en la perspectiva, actitud y salud personal. Aplicándolo se puede vivir más presente y tener mejores relaciones, estímulos al buen ánimo.

Igualmente, sentirse una buena persona, porque no se hace daño a nadie, no es suficiente en el contagio de la amabilidad. El principal desafío es actuar •

Cultivarla en familia

Cuidado con las microagresiones. Cuando se comparte un entorno es fácil encontrarse con dificultades en la convivencia, pequeños detalles que pueden generar ruidos en el hogar. La idea es no esperar a que el otro dé el paso para alcanzar entornos amables, sino buscar cómo aportar.

Eluda el “sincericidio”. Así lo denomina Mejía Acosta y explica: “No tiene que decirse la verdad cuando sea y como sea. Nos enseñaron que teníamos que decir la verdad en la cara, así aplastes. Pero, cuidado, verdad o sinceridad, ¿sin empatía? Antes de tener estas conversaciones, debo reflexionar”.

Siempre, el diálogo

Romper la cadena de malos momentos. No esperar a que el otro viva una serie de dificultades que lo lleven a explotar. Preguntarse, ¿cómo puedo prevenir que las emociones en casa o en el trabajo se desborden?

Un café alivia tensiones. Servir una bebida caliente facilita la amabilidad y propicia la conversación.

 

 

 

La empatía también está ligada a la amabilidad, pues ambas cualidades conectan con los demás. También, es importante que surjan desde la honestidad y no sean fingidas o impuestas.

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