Inherente a la vida, al ser humano, el cambio se constituye en algo normal, así como respirar o dormir. El cambio ha permitido la evolución de las especies y de las civilizaciones.
Asesor: Óscar Danilo Mesa Patiño – Psicólogo clínico, organizacional y ocupacional, adscrito a Coomeva
Cambio es mutación, transformación, transición, metamorfosis. El ser humano, desde que nace hasta que muere, está en permanente cambio y la manera positiva o negativa como lo afronte marca el rumbo de su vida. Como lo dejó claro Charles Darwin en su teoría de la evolución de las especies: Solo aquellos individuos o sociedades que se adaptan a los cambios sobreviven, los demás desaparecen. A este proceso lo llamamos evolución.
Tememos a lo desconocido, a lo por descubrir, a lo incierto, al futuro, al no saber qué va a pasar: ¿Seré capaz de salir adelante solo?, y con estos pensamientos permanecemos en todas partes, menos en la realidad. Es el miedo el que nos hace dudar de que seamos capaces de enfrentarnos a un nuevo trabajo, a conocer gente nueva; es el miedo el que nos dice que no podremos.
Es imposible volver atrás y comenzar de cero. Sin embargo, Cuando los cambios se entienden como una evolución. hay un paso importante para asumirlos de manera positiva.
Un mundo de “fantasías”
Ante el miedo, las personas suponemos cosas. Generalmente en nuestra cultura cuando fantaseamos, lo hacemos a partir del miedo y de manera negativa y lo peor es que nos creemos estas imaginaciones, y al volverlas reales y no permitirnos experimentar nuevos estados, nos estancamos. A veces son las expectativas las que nos frustran y acrecientan los miedos, porque por un lado van mis esperanzas y por el otro la realidad, entonces no es la realidad la que nos frustra, sino unas expectativas que están muy por encima de esta.
El cambio significa salirnos de la zona de confort, desacomodarnos, hacer la transición a un nuevo estado y, al final, acomodarnos a él, pero este proceso significa crisis, y la crisis la asimilamos como algo negativo, nos acobardamos. No asumimos la resiliencia –capacidad que tenemos los seres humanos de sobreponernos a períodos de dolor emocional y situaciones adversas– que hay en cualquier crisis, y la oportunidad para afrontarla de manera positiva: los grandes cambios y evolución de la humanidad y de los individuos han sido a partir de crisis.
No todos los cambios generan crisis “negativas”, pero si generan miedos. Hay cambios que deberían generar crisis “positivas”, por ejemplo, conseguir un mejor empleo o hacer una inversión patrimonial, pero por el contrario, generan miedos e incertidumbres en las personas: ¿Si seré capaz? Muchos prefieren no aceptar el nuevo empleo, o no hacer la inversión, por miedo a enfrentar el cambio; sin considerar que los cambios en sí mismos no son “positivos” o “negativos”, es la manera cómo la persona enfrenta la crisis la que hace la diferencia.
¿Cómo nos afecta el cambio?
Es distinto en cada persona, depende de su actitud, aquello que nos distingue de los demás, una característica que nos hace especiales; así, escuchamos decir: “¿te diste cuenta lo bien que se manejó?”. Aludimos a la actitud que las personas asumimos ante diferentes personas, eventos o contextos; por lo tanto, la actitud que tomamos nos determina primero ante nosotros mismos, luego determina las relaciones con los demás y como consecuencia, con nuestro entorno.
Así, hay personas con actitud mental positiva o negativa, otras proactivas, otras retroactivas, y especialmente, personas con muchos anclajes emocionales, aquellas fuerzas psicológicas que nos atan al pasado y no nos dejan avanzar del presente y hacia el futuro. Se trata de personas esquemáticas, que cierran los ojos ante cualquier posibilidad de cambio y dicen: “Siempre ha funcionado así, no veo para qué debamos cambiar”.
Entonces, la actitud hacia el cambio no tiene género o edad, depende del chip que tengamos, el cual contiene información de experiencias previas, prejuicios, perjuicios, creencias, aprendizajes, comportamientos, inseguridades, entre otros. La mejor manera de enfrentar el cambio es con actitud mental positiva y proactiva, para darnos cuenta de que este siempre trae ganancias.
Por el contrario, si lo asumimos con actitud mental negativa y retroactiva, caemos en apegos emocionales, y el comportamiento sería del tipo: No buscarle solución a los problemas, sino problemas a la solución.
Para enfrentarnos a los cambios debemos, ante todo, trabajar la individualidad, la capacidad de ser feliz por mí mismo, pues vivimos en una cultura donde se privilegia el ser feliz a partir del otro. Soy en función del otro y cuando el otro se va, se va mi vida que giraba a su alrededor; entonces, hay que evitar los apegos que conducen a anclajes emocionales que no nos dejan avanzar y eso se logra cultivando la individualidad, que nos dota de autoestima, autoconcepto y autoimagen.
Al final, lo mejor que dejan los procesos de cambio es la evolución, mejores perspectivas de calidad de vida, no sufrir tanto (por cosas que no valen la pena y por manejar tantos miedos y apegos). Como dijo la ex presidenta irlandesa Mary Robinson: “Nadie puede volver atrás y comenzar de nuevo, pero cualquiera puede comenzar hoy mismo y hacer un nuevo final”. Antes de iniciar este proceso de transformación, tenemos que dejar de hacer las cosas que nos han detenido, crear nuestras soluciones, vivir la vida con optimismo, creer en nosotros mismos, ser felices por nosotros mismos, tomar decisiones, atraer el cambio; uno atrae de lo que irradia, si irradiamos energía positiva, atraemos energía positiva y viceversa. ¿A quién le sale el mosco en la sopa? Al escrupuloso, atraemos lo que irradiamos, y si enfrentamos el cambio con actitud resiliente, positiva, proactiva y optimista, será fenomenal para nuestras vidas
Saber afrontar las crisis
Dentro de las creencias culturales, los cambios más difíciles que afronta una persona son la muerte de un ser querido, perder el empleo o el patrimonio o perder una parte de su cuerpo, pero lo que hace la diferencia en el grado de dificultad frente al cambio es la actitud y apegos emocionales. Alguien que haya trabajado sus apegos a partir del yo personal, tendrá una actitud positiva frente al cambio, y habrá sabido cortar todos los cordones umbilicales emocionales que lo ataban al pasado; por lo que afrontará de manera más exitosa la crisis o transición hacia el nuevo estado o realidad.