Hasta los cinco años de edad hay un crecimiento y desarrollo en el cerebro, que no se volverá a presentar en ninguna etapa de la evolución del ser humano.
Asesora Anna Lucía Campos, neuropsicóloga
El afecto, la nutrición, el ejemplo, el buen dormir y vivir experiencias de calidad son los cinco ingredientes básicos para el óptimo desarrollo cerebral de un niño. Para poner en acción la receta de la manera adecuada, entonces, se requiere de padres de familia comprometidos y docentes alineados con estrategias pedagógicas acordes a la edad del infante. En resumen, se necesita de una sociedad dispuesta a formar una generación
mejor preparada. Así lo indica la maestra en neurociencias, Anna Lucía Campos, experta en educación inicial, quien complementa que el cerebro viene genéticamente listo para aprender a través de los estímulos ambientales que recibe gracias a la audición, la vista, el olfato. De esta manera, el individuo empieza a adquirir destrezas sociales, motoras y lingüísticas.
«El proceso de desarrollo cerebral es resultado de un encuentro entre factores genéticos y ambientales. Por esto es tan importante que las personas que están alrededor de los niños tengan conocimiento de las distintas fases de su desarrollo y sean conscientes de que lo que piensan y su forma de actuar puede afectar la conducta, aprendizaje y toda la arquitectura cerebral que el menor apenas está construyendo», agrega Campos.
En equilibrio
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, «el desarrollo cerebral y biológico durante los primeros años de vida depende de la calidad de la estimulación que el lactante recibe de su entorno: familia, comunidad y sociedad». Por esto, por ejemplo, el vínculo entre madre e hijo durante la lactancia se convierte en un contacto trascendental que marcará el resto de su vida.
La lectura en voz alta, escuchar canciones y permitirle interactuar con instrumentos musicales son algunas de las herramientas apropiadas para estimular sus conexiones neuronales. Sin dejar de lado situaciones como jugar en un parque o disfrutar con el pequeño de un helado. «Experiencias sanas que le permitan convertirse en un ser humano útil para la sociedad. En un joven sensible, en un adulto que no negocia valores y se comporta de acuerdo a unas aprendidas lecciones de urbanidad», explica la especialista.
Por esto se hace énfasis en que la familia es la principal responsable en formar niños afectuosos: «El cerebro tiene, sobre todo, en la infancia un nivel de plasticidad que se puede moldear a través de los estímulos y experiencias que se reciben», concluye. Así, pese a que el aprendizaje humano es un proceso complejo que se prolonga durante toda la vida, es en esta etapa cuando se adquieren los aprendizajes imprescindibles para la adaptación al medio: moverse, comunicarse e interactuar con otros.
Es importante tener en cuenta que algunos factores que pueden impedir el desarrollo pleno del cerebro son: la malnutrición crónica, la falta de estimulación u oportunidades de aprendizaje, la carencia de yodo y la anemia.
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