Compartir con su pareja es tan fundamental como tener tiempo a solas. Aprenda a gestionarlo de manera sana.
Asesor: Nicolás Cadavid Betancur
Psicólogo clínico
Sorprenderse habitando el mismo espacio durante siete días a la semana con la pareja, o los familiares, llevó a muchas personas a sentir frustración y cansancio. Ya no era posible salir con los amigos y hablar de las propias angustias; o ir en el transporte diario y tener un espacio para sí mismos al escuchar música y pensar. Si bien la pandemia trastornó rutinas, “necesitamos tiempos y espacios para tramitar las emociones”, explica el psicólogo clínico Nicolás Cadavid Betancur, director de extensión de la Universidad CES.
Desde su perspectiva, el no tener dónde poner la emoción, hace que a veces se tomen las decisiones con la “cabeza caliente”. Y si se suma una situación compleja e incierta desde lo económico o afectivo, como la que ocurrió, “la autonomía se ve confrontada y aparece la frustración. Y es que los seres humanos no sabemos qué hacer cuando estamos frustrados: cuando un niño siente esto hace una pateleta y en el caso del adulto se producen gritos o golpes. Si supiéramos modular la emoción y hacer algo con esa ansiedad, frustración o estrés encontraríamos una forma de autorregularnos”, explica el psicólogo.
Para ello, en pareja o en soledad, el autoconocimiento es clave. Se puede conseguir a través de la terapia o siguiendo un camino espiritual, entre otras maneras. Lo importante es “conocerse, esto va a permitir saber cuáles son las condiciones que necesita para vivir, quizás para estar más tranquilo y para darse esos espacios”. De esta manera, podrá decirle a su pareja: ‘me voy a sentar a ver televisión, pero quiero estar solo’. Y entonces, con ese conocimiento será legítimo pedirlo.
Establecer límites
Para ello, dice el psicólogo Cadavid, es fundamental que desde el inicio se establezcan los límites y se definan las condiciones claras para lograr una relación sana, de ambas partes, para así poder pedir estar solo un rato o acompañado, quizás porque se necesite un abrazo que le apoye a tramitar la emoción.
“No significa que cuando vaya a hacer un pedido al otro le tenga que gustar, sin embargo, aún si no me parece, la idea es entenderlo”, remata. Y comprenderlo con respeto, porque un “no” desde el otro lado de la relación está cargado de afecto y no se da con el ánimo de dañar al otro. Es como cuando se dice que no a un pequeño porque no quiere que se lastime.
Cadavid Betancur reitera que el autoconocimiento permite saber si una persona tiene rasgos más dependientes o autónomos. Algunas, por su estructura, están menos necesitadas de tener un contacto permanente con su pareja y necesitan recibir demostraciones de afectividad a través de mensajes o manifestaciones de cariño; en tanto que otras personas están bien en soledad. “No siempre el término de la dependencia es malo porque los seres humanos dependemos en algunas cosas de otros”. Esto viene codificado desde cuando buscábamos satisfacer el alimento, la soledad y el cuidado de pequeños.
Contrario a lo que se puede pensar, en 2020 también muchos regresaron a las relaciones de pareja, empujados por razones económicas o prácticas. “Algunas parejas volvieron, se reactivaron cosas aunque también hubo rompimientos. Las crisis nos han mostrado que aparecen esas ganas de superarnos y estar bien; así como la reconciliación, el apoyo y la solidaridad”.
Gestión de pensamientos
En esta época, el aislamiento y la inadecuada gestión de emociones empujó a muchos a incorporar patrones de ansiedad, rumiación y negatividad. “Estos pensamientos no se quedan fijados, ceden con el tiempo, cuando empiezo a tramitar la emoción”, indica el psicólogo Nicolás Cadavid Betancur. Cuando empiezan a afectar otras áreas de la vida, como la concentración o el sueño, es importante buscar ayuda, que puede ser no solo de un psicólogo sino de un amigo, la pareja o cualquier otra figura que resulte útil y enriquecedora.