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La delgada línea de la gordura

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En muchos casos unos kilos de más representan una relación desequilibrada con el cuerpo. Aprenda a identificarlo.

 Asesora Rosa guevara
Psicóloga, adscrita a Coomeva Medicina Prepagada

 La “normalidad” de los cuerpos femeninos que aparecen en la publicidad dista muchísimo de los cuerpos reales de las mujeres. En la mayoría de los casos lo “normal” se ha convertido en perseguir lo “anormal”. ¿Dónde se sitúa cada mujer? ¿Cómo es su relación con su cuerpo? ¿Qué tanto alteran ellas sus cuerpos con el único fin de adaptarse a esos patrones de belleza?

Muchas viven en su cuerpo con tranquilidad. Cuidándolo en una vanidad que responde más a la autoestima que a la inconformidad con la propia imagen; pueden ser delgadas o gordas sin que tengan una relación conflictiva ni frente a los alimentos, ni frente al entorno.

El problema, sostiene la psicóloga Rosa Guevara, surge cuando este sobrepeso está asociado al TDC (Trastorno dismórfico corporal) en donde el cuerpo deja de ser un territorio de cuidado y de placer, para convertirse en un territorio de maltrato. Esto sucede, por ejemplo, con el trastorno alimenticio llamado el comedor compulsivo.

En este caso particular, la gordura no es algo natural, sino la expresión de una relación desequilibrada. Pero este trastorno (que no solo se manifiesta con el consumo compulsivo sino también con la bulimia, la anorexia o la ansiedad social),  no se origina de un día para otro: tiene causas profundas y va más allá de la simple burla social o de la insistencia publicitaria.

Para ir a su raíz es preciso que quien lo padece y tenga la voluntad de  superarlo, indague en su pasado y se pregunte si sufrió acaso niveles extremos de tortura psicológica en la infancia o en la juventud (el 60% de quienes lo padecen dicen haberlo vivido). Debe preguntarse, además,  si recibió de sus padres un mensaje distorsionado que privilegiaba la apariencia, o por el contrario, en alguno de ellos, había un total desprecio por la estética. Preguntarse si en sus niñez los adultos significativos con los que compartió expresaban su afecto de manera excesiva a través de la comida haciendo que alteraran su complexión y sus hábitos. O si vivió hechos traumáticos como el abandono (físico o emocional), o fracasos que desencadenaron una inseguridad patológica al rechazo.

“Estos hechos hacen que las personas que padecen este síndrome, se dediquen a comer gran parte de sus vidas para sentirse fuertes y poder manejar inconscientemente el miedo en que se encuentran sumergidas”, indica la especialista.

Si este es el caso, la toma de consciencia voluntaria del conflicto originario del trastorno, la regulación diaria en el consumo de alimentos en cinco comidas al día y el acompañamiento psicológico, pueden ayudarlas a reconciliar su ánimo y tratar su cuerpo como un territorio de cuidado, de placer y de realización.

Como sostiene Guevara:  “No se trata ni de ser gordo o gorda, delgado o delgada, no se trata de tener que ser de una forma. Sino de decidir por nosotros mismos cómo queremos ser: aceptar nuestro cuerpo tal y como es”.

La toma de conciencia sobre la relación con el cuerpo permite que se inicie una nueva manera de interactuar con él, como un territorio de placer, cuidado y realización. 

En problemas como el Trastorno Dismórfico Corporal, la relación con el cuerpo se convierte en un asunto complejo que genera múltiples desequilibrios.

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