Actitudes agresivas o represión social pueden ser algunas de las consecuencias del hostigamiento a temprana edad. Una guía para identificarlo.
La Revista de Estudios sobre la Infancia y la Familia publicó en 2018 un estudio donde se demostró que los niños y jóvenes que son víctimas de acoso en la escuela o alguno de sus entornos comunes, paulatinamente se vuelven más propensos a la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, a estar solos y evitar la escuela, frente a aquellos que no están bajo esta presión.
Además, de acuerdo con StopBullying.gov, este tipo de conductas a la larga pueden desencadenar otras más graves como problemas en la escuela, consumo o abuso de sustancias y comportamientos agresivos. De ahí la importancia para los padres de identificar el problema y prestarle atención, ya que, según estadísticas de la organización, solo se informan el 20% de los casos de abuso.
También este tipo de situaciones trascienden lo físico y se presentan de igual forma en la virtualidad, donde los menores están expuestos al llamado ciberacoso y también evitan denunciarlo por diversos factores como que teman ser vistos como débiles o chismosos, o por recibir alguna represalia por parte de su abusador. También pueden temer ser juzgados por los adultos, ser rechazados por sus amigos o simplemente pensar que no le importan a nadie o que nadie podría comprenderlos.
Ante esto, el portal InternetMatters.org comparte algunas claves formuladas de la mano de especialistas para saber si la salud mental de un niño está haciendo afectada por una situación de acoso de cualquier tipo:
- Molestarse o retraerse, especialmente después de mirar su teléfono, computadora o dispositivo.
- Tener miedo de ir a la escuela o faltar a la escuela.
- Dejar de usar su teléfono o computadora repentinamente.
- Lesiones inexplicables.
- Dificultad para conciliar el sueño o pesadillas frecuentes.
- Pérdida repentina de amigos o deseo de evitar situaciones sociales.
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