El respeto, la interacción y el lenguaje adecuado les da pautas a los menores para que aprendan a tomar sus decisiones.
Asesora Paula Andrea Jaramillo Escobar, educadora de familia en disciplina positiva
La disciplina positiva no es permisiva ni represiva, es empática, asertiva, acepta un no como respuesta y emite un sí cuando es necesario. “Cuando hablamos de positivo significa vincular al niño en la conversación de los padres, en las decisiones de la casa, en no desconfiar de ellos, en valorar lo que hacen y en darles las pautas necesarias para que realicen las cosas de manera adecuada”, explica Paula Andrea Jaramillo Escobar, educadora de familia en disciplina positiva.
Los principios de esta especialidad educativa, según Jane Nelsen —cocreadora de este paradigma—, es que es amable y firme al mismo tiempo, efectivo a largo plazo, enseña a los niños habilidades para la vida como autodisciplina, responsabilidad, resolución de problemas y respeto por los demás, invitándolos a descubrir sus propias capacidades. Para alinearse con este modelo es indispensable suprimir conceptos tradicionales en la educación como castigo, “pela” o frases como “si no comes, no te llevo a tu clase de fútbol”, en búsqueda de aportar a la construcción de seres humanos más libres y conscientes de sus decisiones a partir del diálogo, el acompañamiento y la transformación.
“Por eso, no debe confundirse con dejar al niño hacer lo que quiera, pues realmente es una combinación entre el afecto y la disciplina. Si quiero a mi hijo debo guiarlo con un hilo invisible desde el momento en que nace y poco a poco irlo soltando a medida que asume pautas para enfrentar el mundo”, agrega Jaramillo Escobar.
Como padres, entonces, es fundamental desligarse de pretensiones, es decir, de pensar que el menor debería actuar de determinada manera, para entender que ese pequeño “es un lienzo en edificación” que responde a estímulos y reacciones propias de su edad. Por ejemplo, a los dos años hace pataletas cuando desea algo porque todavía no tiene el control verbal para decir “quiero esto”. En este caso, confrontarlo luego de que se calme le ayudará a entender que existen otras maneras de lograr las cosas, a introyectar normas y reglas de convivencia, a entender eso que está bien o mal, a desarrollar su lógica para comprender las consecuencias positivas y negativas de sus actos y a entender la corrección desde la posibilidad de crecer en todos los aspectos de la vida.
Finalmente es importante resaltar que, como acudientes, es necesario buscar un colegio que se adapte a la necesidades familiares, con el objetivo de que en este lugar el pequeño encuentre un lenguaje coherente con lo que aprende en casa. “Es posible, sin embargo, que los maestros y compañeros de escuela no estén alineados con nuestra metodología educativa, por lo que tenemos que asegurarnos de que lo que les enseñemos fomente en ellos los valores, un carácter y una autonomía que les permita identificar las diferencias y afrontarlas en sociedad, con argumentos, trato respetuoso y una personalidad sólida”, concluyó Paula Andrea Jaramillo. El niño, en su proceso evolutivo, aprende de lo que ve en casa, por esto, el ejemplo debe ser coherente.
Sobre el castigo
Para Jane Nelsen, el castigo únicamente detiene el mal comportamiento por un periodo corto de tiempo, pero no funciona a largo plazo, ya que este no enseña las habilidades necesarias para la resolución de problemas y para confiar en las propias capacidades. Los estudios también muestran que los niños acceden más fácil a resolver problemas cuando se sienten bien.
Para abordar la disciplina
positiva es necesario:
- Amor: esta demostración constante permite que los menores aprendan a creer en ellos mismos.
- Confianza: le da al pequeño la certeza de que puede contarles a sus papás lo que le sucede.
- Acompañamiento: refuerza su autoestima y lo motiva a tomar decisiones, a consultar cuando tiene inquietudes y a absorber conocimiento constantemente.
- Tiempo “especial”: abrir frecuentemente un espacio para el diálogo fomenta en el menor el desarrollo lógico y natural de sus acciones.
- Respeto: hablar con cariño, mesura, pero de manera clara y contundente, con el fin de dar argumentos e indicios para conversar y referirse a otras personas con respeto.
Técnicas para aplicar este modelo
- Cuando acueste a su hijo o hija, pídale que comparta con usted el momento “más triste” y el “más feliz” del día. Después, cuéntele los suyos. Se sorprenderá de lo que aprende.
- Dele trabajos de importancia en casa para que se sienta comprometido y se apersone de sus roles.
- Tómese el tiempo para enseñar. Asegúrese de que comprenda lo que significa “limpiar la cocina.” Para él puede que sea tan solo poner los platos en el lavaplatos.
- Enséñele que los errores son oportunidades para aprender.
- Asegúrese de que comunique un mensaje con amor y respeto. Empiece con “eres importante para mí. Me preocupa la situación que viviste. ¿Trabajarías conmigo para encontrar una solución?”.
Te puede interesar: Leer es más que un cuento de niños