Soltar lo que no necesitamos puede ser la puerta a un camino de liberación emocional y mental.
Cierre los ojos e intente recorrer su casa en la mente. Sala, habitaciones, baños y cocina. Abra cada armario y revise cada cajón. Luego de hacerlo, tome lápiz y papel y pregúntese qué anotaría en caso de que le pidieran enumerar la lista de los objetos más valiosos que conserva. ¿Cuántas de las cosas que hay en su casa lograría siquiera recordar que existen?
Más que una lista de reglas, el minimalismo es una filosofía orientada por la búsqueda de una vida de simplicidad voluntaria. Para ello, propone preguntarse por el vínculo que las personas construyen con el espacio, con los objetos que las rodean y las razones reales por las que deciden conservarlos. ¿Qué guardan los cajones que nunca nadie abre? ¿Qué representa la ropa que jamás utilizamos?
Las respuestas a estas preguntas pueden conducir a mucho más que una casa más ordenada: este proceso de revisión de la relación con lo material y con las dinámicas de consumo puede incidir positivamente en el bienestar de las personas, al permitir que la mente vuelva a enfocarse en valores e ideas realmente relevantes. Algo así como una herramienta para liberarse de los excesos de la vida y concentrarse en lo verdaderamente importante.
Un estudio publicado en The Journal of Positive Psychology explora la literatura existente sobre los efectos positivos en salud mental que conlleva la filosofía de que “menos es más”. Los investigadores encontraron al menos tres mecanismos que conectan estas ideas con niveles más altos de bienestar: la restricción de los deseos de consumo, el reemplazo de valores materialistas y la satisfacción de necesidades psicológicas.
“Los deseos de consumo pueden generar sentimientos de incomodidad, porque las personas pueden experimentar tensión interna cuando no pueden satisfacer un deseo”, reza el documento. A su vez, replantear el valor que le otorgamos a lo material conduce a una menor sensación de competencia y a fortalecer la autonomía y la motivación intrínseca, necesidades psicológicas que conducen a un estado óptimo de bienestar.
Por otra parte, la transformación de hábitos que conlleva seguir esta filosofía suele estar acompañada de una mayor conciencia ambiental y una menor deuda financiera, elementos cruciales para estados emocionales más estables.
Ahora bien, ¿por dónde podemos empezar? La observación y la atención son la clave. Tómese un tiempo en silencio para recorrer los espacios del hogar y revisar detenidamente los objetos que conserva y lo que cada uno significa, evaluando su relevancia: ¿esto o aquello es realmente importante para mí? ¿Me aporta bienestar?
Luego puede ir despejando espacios o temáticas por separado: ropa, libros o artículos de cocina pueden ser algunas categorías. El faro no se pierde de vista: desprenderse de lo superfluo para conservar y disfrutar lo relevante.
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