Son guía y orientación, además de fuente de enseñanzas. La disposición al diálogo entre abuelos y nietos crea lazos y comparte sabiduría.
Asesora Adriana María Mora Londoño
Psicóloga
Por su experiencia, los abuelos son fuente infinita de sabiduría y eso, entre otras cosas, carga de mucho valor el vínculo con ellos y le da más significado a esa costumbre de acogerlos, de acompañarlos, de hacerlos sentir valiosos. “Quien no escucha consejos no llega a viejo”, dice el conocido refrán, de ahí que la conversación, el diálogo, la atención a sus historias y experiencias sean herramientas importantes para fortalecer sanamente esas relaciones. Hablar con ellos es establecer una conexión con la vida y así como es necesario saber para dónde vamos, igual de importante es saber de dónde venimos.
“Una relación saludable con los abuelos permite reconocer las raíces, valorarlas, honrarlas y respetarlas. Si las conozco sé cuál es la tarea que me corresponde y a qué tengo que darle vuelta. Es necesario reconocer a los abuelos desde toda su humanidad, con sus aspectos luminosos y sombríos, para asumir con amor la responsabilidad de lo que debo cambiar”, explica la psicóloga Adriana María Mora Londoño.
Según los expertos, una relación sana con los abuelos aporta, además, a la unión familiar, a la autoestima de los nietos, promueve el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y hasta mejora el desempeño escolar. Incluso, un estudio de la Universidad de Boston, advierte que es un beneficio en doble vía, pues los abuelos que tienen contacto más frecuente con sus nietos tienen menos cuadros de depresión y su salud se favorece.
Siempre deben ser eje
En este sentido, se tiene la idea —y a veces se cumple— de que los abuelos son permisivos, alcahuetas (para ser más coloquiales), en cierta medida, como un asunto de compensación a la rigidez con la que formaron a sus hijos. Y aunque, en ocasiones, esa actitud es asumida como una muestra de amor hacia sus descendientes, la realidad es que no es un asunto saludable, pues se pierde esa figura de sabiduría y experiencia que los reviste. Es fundamental explorar esa idea de ser flexibles más no permisivos, para lo que se sugiere que lean, que investiguen, que se den la oportunidad de devolverse en el tiempo.
“Meterse en el mundo del nieto es más fácil para el abuelo, pues él ya ha vivido, tiene toda una experiencia y es más sencillo que retroceda un poco en sus años para entender lo que ese nuevo ser está viviendo. A veces, pretendemos que los niños o los adolescentes sepan de cosas que no han experimentado, y no se les puede pedir que se comporten como adultos. Los abuelos deben darse el permiso de volver a ser adolescentes y niños, conservando los límites necesarios para comprender lo que pasa con sus nietos”, aconseja la especialista. Así las cosas, también es importante reconocer que ellos son, justamente, eso, abuelos, no cómplices ni mejores amigos, ni defensores cuando hay alguna dificultad entre padres e hijos. “Son guía, son orientación, son enseñanza y nunca deben perder ese rol de respeto y sabiduría, pero siempre desde el amor, nunca desde el temor”, precisa Mora Londoño.
Darles su lugar
“Estas canas no son gratis”. Probablemente, esta sea la frase de batalla de muchos abuelos y no es para menos. Esos cabellos blancos, sumados al paso de los años y las experiencias vividas son un enorme oasis de conocimiento y aprendizaje. Sin embargo, hoy los tiempos han cambiado, las familias son más pequeñas, no todos viven cerca, las visitas son menos frecuentes y algunos abuelos parecen llegar con menos vitalidad a esa edad dorada de la vida.
Vitalidad entendida no solo como alteraciones físicas, también desde asuntos emocionales que no les permiten recoger sus frutos, a lo que la psicóloga invita a reflexionar: “Muchos llegan a esta fase estando enfermos, como si no se hubieran cuidado, sin una cosecha para recoger. Los seres humanos necesitamos cultivarnos para que, en el momento en que lleguemos a esta etapa, tengamos algo que repartir y eso es lo que se espera de los abuelos a sus nietos. Muchas veces, las personas de la tercera edad se convierten en modelos de temor, hay unos que están enojados, no son amorosos, se sienten una carga, están cansados y enfermos; no están conformes con la vida”.
En definitiva, y aunque los tiempos cambien, la costumbre de acoger a los abuelos, de amarlos, respetarlos con sus episodios luminosos y sombríos debe permanecer, no solo como un asunto de aprendizaje para los nietos, sino como proceso de sanación y calma para ellos.
Relaciones en armonía
1. Más juegos: siempre que su condición física se lo permita, jugar es una forma de transmitir sabiduría a los nietos, compartir gustos y abrirse a los aprendizajes de las nuevas generaciones. Los abuelos están llamados a abrir su mente al mundo que les correspondió a sus nietos.
2. Establecer acuerdos para la crianza: este proceso debe darse con los hijos, de manera que no haya lugar a desautorización delante de los nietos. Está claro que son los padres los responsables de la crianza. Debe haber un acuerdo de armonía y equilibrio entre abuelos y sus hijos.
3. Autocuidado: hay abuelos que protegen más a sus hijos y nietos que a ellos mismos. Sin embargo, deben tener claro que las prácticas de salud física y emocional de sí mismos se convierten en aprendizajes para los más pequeños.
Sugerencias para un diálogo amoroso
1. Escucharse recíprocamente, así el nieto aprende y el abuelo se siente valorado.
2. Hablar con humildad, sin idealizar.
3. Respetar las diferencias y las épocas en las que a cada uno le ha correspondido vivir.
4. Preguntar para fomentar la interacción.
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