Llega una fecha que los niños disfrutan con ansias. Pero, a muchos, los deja dolores de estómago y a los papás, dolores de cabeza.
Se trata de una ocasión en la que es fácil desbordarse en el consumo de dulce, algo problemático tanto para los niños como para los padres. Los especialistas coinciden en que es recomendable, antes de que los niños salgan a pedir dulces, darles una comida balanceada que los sacie, para evitar el consumo de una gran cantidad de golosinas. También, que los papás verifiquen los dulces antes de ingerirlos para desechar aquellos de extraña apariencia o que contengan ingredientes a los que el niño sea alérgico. Con los más pequeños, hay que tener cuidados extra, pues pueden ingerir algunos que parezcan confites y sean chicles, o que sean muy grandes y se atraganten.
El Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) pide a los papás verificar que los empaques no se encuentren deteriorados o que hayan sido alterados; y no consumir dulces y confites que presenten olores, sabores y otras características desconocidas y extrañas. Y con los que se adquieren para ofrecer en casa, tener la precaución de comprarlos en sitios de confianza.
Por su parte, la Academia Americana de Pediatría informa que es fundamental racionar los dulces y explicar al niño que puede consumirlos, de a poco, en las siguientes semanas. Por eso, dejar las reglas claras y comentarle qué puede pasar si se excede es vital para prevenir malestares, que pueden ir más allá de una indigestión o de un exceso de energía. Consumir altas dosis de dulce, puede traer afectaciones mayores como caries, enfermedades gastrointestinales y sobrepeso.
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